Por José Brechner
De lo último que se acuerda la gente después de que empezó la guerra, es de cómo empezó la guerra. Una vez que se inicia la tragedia, se dividen las opiniones, llega un momento en el que todos dan su veredicto, pasan los años, la ONU se adhiere al lado que le ofrece más dinero o poder, nuevas opiniones se forman y los mejores propagandistas son los que ganan la batalla.
De los países que conformaron la Unión Soviética, Ucrania es el más importante para Rusia porque es territorialmente grande; sirve de amortiguador entre Europa Occidental y Moscú. En Ucrania hay importantes minas de Uranio y 15 reactores nucleares. Chernobyl es uno de ellos. En Europa, solamente Francia tiene más plantas atómicas. La península de Crimea siempre fue habitada por una mayoría de rusos y reclamada por Rusia. Ese es el escenario.
Revisemos la situación: Ucrania quiere ser parte de la OTAN y a Rusia no le gusta la idea. Putin pide que no se integre a Ucrania en el Tratado. La OTAN no concede, no negocia, ni se amedrenta, más bien, se envalentona, lo que hace que Rusia despliegue 100.000 soldados en la frontera.
¿Quien amenaza a quién? Ucrania no es miembro de la OTAN, sin embargo, Estados Unidos y sus aliados están enviándole armamento de apoyo. También están mandando tropas a países vecinos. Las cantidades son absurdas, 8.500 soldados americanos, cuatro aviones caza de España – ¿con pilotos gallegos? -- algunos barcos ingleses y cosas por el estilo, que no sirven para nada y no quieren que sirvan para nada; es pura postura.
Irónicamente, Estados Unidos y Europa confían en que Putin no va a emplear la fuerza de la que es capaz, porque es un individuo juicioso, sin embargo, no lo quieren de socio político para convivir con él pacíficamente.
Los demócratas en Estados Unidos acusaron a Putin de manipular las elecciones americanas de 2016. Siguen obstinados en pintar a Rusia como su enemigo mortal y vienen halagando a China hasta dar náuseas.
Putin abriéndoles los brazos, explicando que enemistarse con él no es bueno y que es preferible ser aliados, dijo: “Ningún país puede vencer a Rusia y Estados Unidos juntos”. El mensaje es clarísimo, pero como suponen que Putin es amigo de Trump, no es aceptable para los demócratas.
Los progres americanos están muy a la izquierda de Putin y van a crear una situación difícil de resolver cuando Trump vuelva a la presidencia en 2024, pues tendrá que operar en el tablero que se va a construir en Europa en los próximos días.
Biden y sus asesores están tomando el problema con mucha liviandad, amenazan con hacerle a Rusia una “guerra de guerrillas” (típicos izquierdistas) pero si alguien mata a un general o bombardea el lugar equivocado, todo puede salirse de curso. La única manera de acabar con esta estupidez, es haciendo lo mismo que hicieron en los últimos 30 años: NADA.
Lo último que necesita el mundo, es una guerra que traerá miles de muertes y debilitará a los países de Occidente favoreciendo a China.
Estados Unidos está con una inflación de 7%. La frontera sur no existe. La gasolina aumentó a más del doble y escasea. Faltan productos en los supermercados. La delincuencia y la criminalidad aumentaron exponencialmente. El gobierno promueve el racismo en todas sus acciones favoreciendo a la población negra. La guerra mundial es el destino lógico.
No hay nada que no haya empeorado desde que las izquierdas tomaron el poder en Estados Unidos hace apenas un año. Todo es producto de su retorcida filosofía. Le preguntaron a Blinken por qué no cambia el rumbo en relación a Rusia y contestó que “eso tiene que ver con su manera de ver el mundo”. O sea, sabe que se puede solucionar fácilmente, pero su ideología no le permite hacerlo.
La meta de Biden, Kakamala, Blinken y el gabinete, es la clásica de las izquierdas: Cambiar el mundo destruyendo el orden existente. Después de un siglo de experimentación en todos los continentes, lo único que han demostrado es que saben destruir.
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