José Brechner
Volodymyr Zelenski es el presidente de Ucrania. Antes de llegar al cargo era comediante y actor, las mismas credenciales que Whoopi Goldberg, ideales para enfrentarse a Putin.
Volodymyr tenía un programa cómico en televisión en el que interpretaba el rol de presidente. Se convirtió en el más popular y los ucranianos, que no difieren de ningún otro pueblo en el que la imbecilidad está de moda, lo eligieron con 73.2% de los votos en la segunda vuelta.
Se autocalifica de populista. Apenas tomó el poder disolvió el parlamento y conformó uno nuevo con sus acólitos. Es un pequeño dictadorcillo sin ninguna experiencia política. Su partido es el centrista “Independiente”.
Volod tiene 44 años, aparentemente es un buen tipo, lo cual no sirve de nada. Para una operación quirúrgica se necesitan buenos cirujanos, no buenos tipos. Se lo ve desubicado, ingenuo, confundido, preocupado, indefenso y estúpidamente empecinado con seguir atizando el fuego que él solo ha encendido.
Está obsesionado con meterse en la OTAN como si con eso pudiese recuperar Crimea o iría a cambiar la desastrosa condición económica en la que está Ucrania, que en este momento es el país más pobre de la región y tiene el nivel de vida más bajo de Europa.
Crimea nunca volverá a ser de Ucrania. La gran mayoría de su población (68%) es rusa y quiere ser parte de Rusia. Putin aprovechó de la debilidad de Obama para tomar Crimea, que siempre reclamó como propia y que históricamente perteneció a Rusia. A Putin le interesaba recuperar la península, hasta ahí llega su ambición y lo viene diciendo en toda conferencia de prensa.
La popularidad de Zelensky está por el suelo. Apenas tiene 28% de apoyo, 57% de la población desaprueba su manejo de la situación.
Evitar la guerra está en sus manos. Basta con que dé un paso atrás, diga que Ucrania no se va a unir a la OTAN y automáticamente se resuelve el problema. Parece que la idea no se le cruzó por la cabeza y quiere tener una reunión con Putin acompañado de Biden, como si hubiese algo para negociar que no se haya dicho.
La inexperiencia de Volod es asombrosa. Tiene a su país en contra, no será reelegido, puede llegar a ser violentamente destituído y podría terminar muerto. Obviamente, tampoco tiene ninguna posibilidad de ganar la guerra.
De todas las grandes batallas que se han librado, esta debe ser la más fácil de evitar, si Zelensky llega a tener un minuto de lucidez. Es inadmisible que no se dé cuenta de la magnitud del conflicto que está provocando. Si la OTAN, que todavía no tiene a Ucrania entre sus miembros, decide intervenir, automáticamente será una declaración de guerra total. No puede ser de otra forma. Los comandantes de la OTAN, como la mayoría de los militares, no entienden de política, por eso no comprenden a Putin.
Los comandantes americanos que asesoran a Biden no son mejores, son los mismos incapaces que abandonaron Afganistán. Están menospreciando al único adversario que no deberían. Piensan que Rusia hará una pequeña incursión y podrán responder con una guerra de guerrillas; como en Afganistán en los 70’s. No perciben que son dos escenarios diferentes.
Nadie mueve a 100.000 tropas para hacer algo pequeño. En la frontera están desplegados decenas de miles de vehículos de asalto, tanques, baterías lanzacohetes y equipos bélicos descomunales que nadie jamás vio. No hay que olvidar que la fuerza aérea rusa también atacará con aviones que superan en velocidad y maniobrabilidad a la mayoría.
La actitud amenazante de la OTAN y su obstinación de meterse donde no debe, intentando controlar lo que pasa en Europa inmiscuyéndose en la política interna de los países, confirma que Putin tiene razón en no quererla en su vecindario.
La OTAN se está convirtiendo en el brazo militar de la progresía. Su presidente, Jens Stoltenberg, es un Marxista-Leninista que fue Primer Ministro de Noruega por el Partido Laborista. Se inició en política influenciado por la “Juventud Roja”, grupo al que pertenecía su hermana. Fue un activista piquetero, líder de la “Liga Juvenil de los Trabajadores”. Su padre era un importante miembro del Partido Laborista y llegó a ocupar dos ministerios.
No es de casualidad que Stoltenberg comulgue con Biden y Blinken pues él también se considera un iluminado que va a derrumbar el orden existente para crear un mundo mejor. Igual que el Ché Guevara, Castro, Mao, Lenin y Maduro.
Si Zelensky no cambia de rumbo o renuncia, la mejor solución sería deponerlo con un golpe de estado organizado por la oposición y los militares ucranianos.
Rusia tiene que atacar antes de que la OTAN integre a Ucrania en el Tratado, de manera que diplomáticamente, la OTAN esté descalificada para intervenir. Esas son las reglas del juego. El tiempo es crucial.
Si la OTAN pretende avivarse y admite a Ucrania en sus filas en los próximos días o, la defiende sin ser un miembro, “TODO VALE”. La guerra será monstruosa y puede degenerar en un enfrentamiento nuclear. Cuando te amenazan los ejércitos más poderosos del mundo, te defiendes como puedes.
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