Por José Brechner
La intolerancia y el odio en los Estados Unidos, están siendo exteriorizados de forma cotidiana por los conductores de programas mediáticos, políticos en ejercicio, revoltosos profesionales, actores famosos y ciudadanos comunes.
La violencia verbal y la discriminación contra miembros y simpatizantes del gobierno está tocando los límites donde la democracia se resquebraja y empieza el totalitarismo. En su pronunciada caída hacia la izquierda, el Partido Demócrata de los Estados Unidos no está arrimándose a la Social-Democracia sino al Nacional-Socialismo.
Que Sarah Sanders, la Secretaria de Prensa de la Casa Blanca, haya sido “invitada” a salir de un restaurante, es lo que los nazis hacían con los judíos en Alemania. Posteriormente, aparecieron los carteles en las puertas de los negocios anunciando que los judíos no eran bienvenidos; después vino la masacre más despiadada que ha conocido la humanidad.
Característica primordial de los nazis es provocar el odio contra otros para inducir un sentimiento de unidad entre sus seguidores. Los demócratas norteamericanos están en esa gesta discriminatoria. No aceptan haber perdido en las elecciones presidenciales frente a un neófito y promueven la intransigencia contra los republicanos. Para su desdicha, los vencedores en las elecciones siguen venciendo en el gobierno.
Pese a que la izquierda tiene a la mayoría de los medios a su favor, los cuales son aprovechados para adulterar la realidad, Donald Trump continúa obteniendo victorias en todos los campos. Estados Unidos, después de 30 años, retomó su rol de líder del mundo libre y está volviendo a ser respetado y bien acogido por los gobernantes extranjeros.
Su economía se ha fortalecido de manera nunca vista, las Bolsas de Valores están en alza, el desempleo ha caído a sus límites más bajos y el país se encamina a triunfos mayores. Todo, en un tiempo récord, nunca conseguido por ningún mandatario en ningún lugar.
Estos logros enervan a los demócratas de la extrema izquierda que se autodenominan Demócratas-Socialistas, pero de demócratas, respetuosos de las leyes y de la libertad ya no les queda nada. Su odio a Trump es tan venenoso, que desearían que Estados Unidos se hunda.
Los peores neo-socialistas, enemigos de Trump, son millonarios, a ellos no les afectaría si el barco se va a pique, pues guardan un equipo de salvataje que les permitiría sobrevivir sin altibajos en cualquier situación. Ahí están Madona, Robert de Niro, Meryl Streep y el resto de la frívola farándula hollywoodense.
Irónicamente, los Trump encarnan las características que la gentuza de Hollywood ambiciona y trata de simular. Los Trump son ricos, lindos, talentosos e inteligentes y no son pretensiosos nuevos-ricos, sin educación ni valores, como los actores. O sea; tienen clase.
Característica esencial de los nuevos nacionalsocialistas o totalitaristas-socialistas, es acusar a sus opositores de ser los intolerantes. Esta práctica es común en los autócratas. Los más visibles son los comunistas en el poder, quienes son más snobs que los burgueses a los que criticaban.
Siguiendo el legado de Barack Obama, los congresistas demócratas y los medios de izquierdas están con la violencia. Tal como en otros países donde los progres gobernaron, defienden a los delincuentes. Por primera vez en la historia de los Estados Unidos, políticos conservadores, empleados del gobierno y sus familias, deben andar con protección armada por temor a aquellos que se dicen ser “amantes de la libertad y los derechos humanos”.
¿En qué puede derivar todo esto? Los hechos son los que cuentan y estos muestran que los Estados Unidos bajo Donald Trump continuará en su vertiginoso ascenso, asegurándole la victoria en las elecciones presidenciales de 2020.
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