Por José Brechner
Kim, el sádico dictador, no es un buen tipo y nada indica que se convierta en uno. El tirano, es el gobernante más cruel y despiadado del momento, pese a que se educó en Suiza, dónde aprendió de las civilizadas maneras europeas.
Si está dispuesto a firmar un tratado de desnuclearización a cambio de no ser atacado por los Estados Unidos ni Corea del Sur, es porque finalmente entendió que con Trump no puede jugar y que por más que dedique todo su presupuesto e inteligencia científica en fabricar armas, jamás llegará a superar el poderío militar de los norteamericanos.
¿Pero acaso no sabía desde mucho tiempo atrás que nunca podría vencer a los Estados Unidos? Por supuesto que sí. Él lo sabía, pero su pueblo no. El país vive con ignorancia absoluta de la realidad exterior. La sugestión inducida sobre su gente de que sus enemigos desean destruirlos, hace que sus súbditos crean que deben estar preparados para defenderse, confiando en él, que es lo más cercano a un Dios.
Los shows balísticos que realizó en los últimos años, sirvieron para acentuar el sentimiento de que Kim busca la protección de sus ciudadanos, inyectándoles la falsa idea de que tienen un poderío inigualable. Si llega a un acuerdo con Estados Unidos, tendrá que reinventar su discurso, acorde con su temperamento y la imagen que los norcoreanos tienen de él.
Cuál será ese discurso, es difícil de visualizar. Imitar el modelo chino, ofreciéndole libertad de trabajo al individuo que acepta que el partido es el amo absoluto y la oposición no existe, es una alternativa posible. Lejana, pero posible.
Junto al temor que induce la Armada norteamericana en las cercanías de la península coreana, el detalle adicional que sin duda está jugando un papel preponderante en el comportamiento de Kim y que marcó su sorpresivo cambio hacia la pacificación, fue la implosión de sus bases atómicas que sufrieron daños irreparables debido a las pruebas nucleares subterráneas que ha venido practicando.
Si Estados Unidos pretende exigir algo más que la desnuclearización de su armamento, no conseguirá avanzar mucho. Kim dijo que permitirá el ingreso e inspección rutinaria de la AIEA para revisar sus arsenales, pero esa historia la escuchamos de Sadam Hussein y de Irán. En vez de fabricar armas nucleares, producirá armas químicas.
No hay absolutamente ninguna razón para considerar que Kim ablandó su corazón o entró en una fase de cordura. No existe un nuevo Kim confiable. El hombre es falso, horrendamente cruel y peligrosísimo. Fue educado para serlo y le ha dado buenos resultados. Negociar con él es igual que acariciar un alacrán.
Si no fuese por la advertencia que le hizo Donald Trump, seguiría provocando a sus vecinos y a Estados Unidos. Pero, así como sabe que Trump está dispuesto a atacarle, también comprende que puede permitirle gobernar sin inmiscuirse en sus asuntos internos. Tal como hace con China.
La política que tienen los Estados Unidos y el resto del mundo hacia China, es la de la hipocresía absoluta, “diplomacia”. No hay ni hubo ningún país que jamás cuestionase el monopartidismo totalitarista de los comunistas chinos. China es la única razón por la cual los tiranillos de Latinoamérica, África y el Medio Oriente gozan de privilegios en las Naciones Unidas.
Si en la ONU se estableciese que sólo las democracias pueden tener derecho al voto, automáticamente, más de la mitad de sus miembros estarían de oyentes. Pero como China es parte del Consejo de Seguridad, las dictaduras se aprovechan de esta incongruencia.
China es aceptada y respetada por su poderío militar. No es que los chinos estén en el Consejo porque tienen plata. Estuvieron ahí desde su época de pobreza. Kim Jong Un, quiso jugar en los mismos términos, pero no le dio el cuerpo, seguramente le dejarán gobernar cometiendo sus habituales crímenes internos, tal como se lo admiten a los países árabes. Lastimosamente, parece que deberemos aceptar que la libertad y la democracia no se hicieron para todos.
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