Por José Brechner
Las tiendas políticas que ofrecen el paternalismo estatal dominan el escenario diplomático. La ONU es el descarado promotor de las mercancías antidemocráticas. Sus entidades anexas, “protectoras” de los derechos humanos y la libertad, son manejadas por representantes de algunos de los regímenes más despóticos.
¿Cómo sucedió esto? Después de la caída del Muro de Berlín, los exfuncionarios del soviet, mantuvieron sus puestos de poder, ya que la transición a la democracia fue pacífica y estos eran los únicos que tenían la experiencia necesaria para dirigir los asuntos de estado. El caso más prominente es el de Vladimir Putin, exdirector de la KGB.
Hoy, Putin está más a la derecha que muchos europeos que fueron sus enemigos durante la era soviética. Nadie le supera en sapiencia para controlar el poder. Es un experto en el manejo absolutista al que los rusos están acostumbrados.
A la mayoría rusa no le incomoda la permanencia indefinida de sus actuales gobernantes en el Kremlin, pues nunca estuvieron mejor. Viven en libertad, gozan de la abundancia capitalista (Moscú es la ciudad con mayor cantidad de billonarios de Europa) y adoran a Putin, quien es amigable, inteligente y carismático.
Los burócratas soviéticos que estaban en las Naciones Unidas siguieron su ejemplo. En lo único que cambiaron, que era lo más importante, fue en la aceptación del capitalismo como sistema económico. Su estilo permaneció. No dejaron de lado su antigua amistad con los dictadores de Oriente Medio ni Asia, y encontraron nuevos amigos en América Latina.
Los progres, aprovecharon de la situación, tomaron el control de las ONG más influyentes, les abrieron las puertas a grupos extremistas afines y al dinero del bloque musulmán, haciendo que lleguemos a las condiciones actuales de radicalismo, donde la mentira es norma.
Los que sufren con más intensidad esta contraposición de valores, son los disidentes políticos de derechas. En el pasado, cuando se era disidente de izquierdas, los países social-demócratas europeos, principalmente los nórdicos, facilitaban a los exiliados, con trabajo, techo y demás necesidades básicas. Los de derechas no tienen a nadie que les dé una mano.
La progresía está utilizando la democracia para destruir la democracia, mientras que aquellos que defienden los valores democráticos, a costa de pérdidas irrecuperables, no tienen quien se solidarice con ellos.
Cientos de miles de venezolanos huyeron de su país y no les interesa ayudar a sus congéneres. Existen cuatro millones de bolivianos fuera de Bolivia (la población boliviana es de 11 millones) que se fueron en diversas épocas y circunstancias, a quienes tampoco les interesa su hogar de origen.
La actitud de los emigrantes es comprensible. La mayoría dejó su tierra hace mucho, sus hijos y nietos son ciudadanos del lugar en el que se acomodaron y perdieron los vínculos con la patria de sus padres.
Lo que es imperdonable, es que los países del primer mundo, principalmente los Estados Unidos, cuyos intereses en el Cono Sur serán importantes en el futuro cercano, no hagan absolutamente nada para brindar soporte a quienes tuvieron que dejar su heredad por defender los mismos valores que ellos.
La seguridad mundial incluye a Hispanoamérica. Al tiempo que Estados Unidos abandonó a sus vecinos del sur durante el gobierno de Barack Obama, Irán ha ido ocupando su espacio, con un perfil bajo, pues los musulmanes son una pequeñísima minoría en el continente sudamericano. No obstante, es la minoría más peligrosa del globo, y está en Venezuela, Bolivia, Argentina, Chile, Perú, penetrando con Hezbollah sus armas, drogas y terroristas, a los Estados Unidos.
Ayudar a los luchadores por la libertad es una obligación moral de aquellos que sustentan ideales afines. Los disidentes de derechas serán mañana los gobernantes vecinos. Los exiliados políticos latinoamericanos, son legítimos refugiados, verdaderos perseguidos por los tiranos populistas.
La apatía norteamericana hacia Latinoamérica, era comprensible con Obama en el poder, pues éste se identifica con los autócratas izquierdistas. La administración Trump, no puede quedarse indiferente ante el puñado de individuos contrarios al totalitarismo que lograron escapar de la intolerancia socialista.
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