Por José Brechner
La casa que alquilaba en Miami necesitaba de ciertos arreglos. El propietario contrató a una pequeña empresa especializada en esos trabajos. Vinieron, un judío norteamericano ortodoxo de más de 50 años con larga barba, que era el jefe; un muchacho norteamericano negro de baja estatura de alrededor de 20 años que era su ayudante; y un joven alto, rubio, argentino de unos 30 que hacía de albañil.
El jefe recibió una llamada telefónica y tuvo que enviar a su asistente a un lugar público donde había mucha gente, para encontrarse con un desconocido. Le dijo a la persona con quien hablaba que iría un chico negro de baja estatura de alrededor de 20 años con camisa azul (entonces no había smartphones para sacar fotografías y enviar la imagen en el acto) a lo que el argentino reaccionó indignado con la pregunta: ¿No cree que el que espera debería deducir eso por sí mismo? (que era negro) El jefe se quedó callado, mientras yo me aguanté de decirle: ¿Cómo diablos piensas que le puede reconocer entre la multitud?
El argentino, que proviene nada menos que de la sociedad donde más epítetos se utilizan para designar y discriminar a las personas, estaba ostentando sus primeras lecciones de Corrección Política aprendidas de los norteamericanos descerebrados. De esto ya pasó más de 20 años.
Hoy la CP llegó a todos los niveles, en algunos lugares convirtiéndose en ley, al punto de que puede ser delito definir a una persona por cualquier característica física, ideológica o religiosa. Describir el perfil de un asesino, puede costarle más caro a la víctima que al criminal.
El extremismo políticamente correcto es tan angustiosamente estúpido que vamos a tener que quitar los adjetivos calificativos del diccionario.
Estamos en plena guerra con el Islam Radical; no porque la queramos, sino porque los yijadistas nos la declararon. Sin embargo, Obama se niega a pronunciar las palabras Islam Radical, igual que la mayoría de los políticos demócratas. No importa que en el 100% de los atentados terroristas cometidos en los últimos años, los asesinos hayan sido yijadistas cuya misión es matar a todos aquellos que no siguen las benevolentes y sabias enseñanzas de Mahoma.
Más allá de quién gane las elecciones presidenciales estadounidenses, la Yihad seguirá su curso y quien sea que llegue al poder deberá defender a los ciudadanos. El asunto está en saber si la protección será efectiva o no.
Hillary Clinton (PC) se opone a utilizar perfiles distintivos para hacer un seguimiento de los posibles terroristas. Donald Trump apoya lo contrario, tal como se hace en Israel, donde viven 1.3 millones de árabes-musulmanes-israelíes, (nada que ver con los palestinos) y no están en la lista de posibles terroristas. Existen factores anexos que dan las pautas de quién es el sospechoso en el vecindario.
La gran diferencia entre Israel y los demás países del primer mundo, está en que, en el Estado Judío, todos deben hacer el servicio militar obligatoriamente, y cada persona es educada para observar con precisión a quienes pueden ser peligrosos.
La silueta de los yijadistas no se limita a que sean barbudos-árabes-trigueños. Pueden ser mujeres blancas occidentales a quienes les lavaron el cerebro. También pueden ser niños de 12 años. Obviamente que las probabilidades son menores entre ciertos grupos que otros, por eso mismo, describir el perfil de los asesinos es una ciencia muy bien estudiada que brinda resultados positivos.
La realidad futura en Estados Unidos y Europa, es que el servicio militar obligatorio va a tener que ser implementado nuevamente, tal como ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial. Irónicamente, los más políticamente correctos serán los que tendrán que salir a batallar, pues no les quedará alternativa; será su vida o la de su cordial, abstemio, enemigo. Veremos entonces si se les encrespan los pelos o no, cuando escuchen a aquellos que, “injustamente” son acusados de radicales, gritar ¡Alahu Akbar!
www.josebrechner.com
Últimos comentarios