Por José Brechner
La gente puede perdonar lo que hiciste o dijiste, pero nunca olvidará cómo la hiciste sentir.
La primera lección en política, consiste en no pelearse de forma personal con nadie de quien vayas a necesitar su apoyo. Trump ofendió a cada uno de sus oponentes en el Partido Republicano. Comedia que fue aplaudida por la entretenida masa que lo catapultó sonriente a la candidatura presidencial.
Hoy, Carly Fiorina es candidata a la presidencia del GOP. Trump se burló de su rostro. A lo que con dignidad Carly contestó: “es el rostro de una mujer de 62 años”. Irrespetuosas chacotas se celebraron con “el pequeño Marco”, “el mentiroso Ted” y los demás.
Trump no es de los que se arrepienten de sus acciones y piden perdón. (Esto está cambiando). Siendo el jefe máximo de su exitosa compañía se acostumbró a sentirse autosuficiente. La política no funciona así. Un “servidor público” precisa de consenso.
Su solitaria carrera hacia la presidencia se está tornando sombría. No goza del apoyo de los congresales republicanos. Su falta de conocimiento político es deprimente. Sigue repitiendo los mismos slogans en disertaciones y entrevistas. Tarde está empezando a usar el teleprompter para leer pésimos discursos que carecen de fuerza y convicción.
El Donald se olvidó de que las Ciencias Políticas, se llaman “ciencias” porque obedecen a ciertos parámetros profundamente estudiados, donde causa y efecto son predecibles. No son “Artes Políticas”, en las que un mamarracho puede premiarse.
La diferencia de doble dígito en las encuestas, contra una opositora que es una delincuente, asombran y frustran. De acuerdo a FiveThirtyEight, Hillary tiene 88,3% de chances de ganar.
Curiosamente, Hillary es la candidata más fácil de derrotar. Su pasado, presente, y sin duda su futuro, seguirá cubierto de mugre. Es a ella a quien tiene que acusar y humillar, con argumentos sostenibles.
Ya que Trump es neófito en política y Hillary es experta, debería usar lo único que sabe; la burla, y el insulto, bien respaldados, de manera que el país comprenda que esa mujer no puede ser la líder del mundo libre. Faltan 90 días para las elecciones, es el momento de jugarse por completo; otra alternativa no le queda.
La situación es aterradora. Los intelectuales republicanos no se sienten a gusto con Trump, y si van a votar por él será para evitar un cataclismo. Otros, por primera vez, prefieren abstenerse.
El futuro está tornándose angustiosamente oscuro. Si Trump llega a la presidencia, Obama le dejará un país hecho añicos económicamente, con una sociedad violentamente dividida a nivel urbano. El problema económico dice que lo puede solucionar. El social requiere de un líder que logre enamorar a todos. La brecha con los mexicanos, que no se ha inquietado en subsanar, le costará caro. La población negra tampoco es su mejor amiga.
Si Hillary llega al poder, acelerará el naufragio. Tendrá que cumplir con las minorías étnicas a quienes les prometió todo y deberá lidiar con la insatisfacción de la clase obrera blanca a la que le declaró la guerra.
Debido a su inevitable enjuiciamiento, que, de llegar, llegará, la presidencia puede terminar en manos de su ostensiblemente limitado vicepresidente progresista, que no tiene capacidad para nada.
Tim Kaine es mediocre, soberanamente estúpido, superficial (suena repetitivo) ultra-izquierdista de la rama ingenua. Es un político cercano ideológicamente a George Soros y su Open Society Foundations, que desea un mundo sin fronteras.
Kaine dijo que los blancos deberían ser una minoría en Estados Unidos. Con la inmigración árabe que Hillary propone, algún día lo será. Igual que ella, es pro palestino. No tiene principios, sus posturas ideológicas cambian cada dos años. Nunca brilló ni se escuchó de él, hasta que Hillary lo recogió del tira papeles.
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