Por José Brechner
Cuando Donald Trump habló frente a la Asociación Nacional del Rifle (NRA) dijo: “Vamos a mantener la Segunda Enmienda”. (El derecho constitucional a tener armas y defenderse). Hasta ahí llegó su elocuencia, desperdiciando una oportunidad valiosísima para explicar por qué ese derecho es inalienable.
La transmisión se hizo por televisión en vivo, con millones de espectadores que se podían haber sentido representados talentosamente y pudiendo convencer a otros. Los argumentos para poseer y portar armas, sobran, pero hay que mencionarlos.
Cuando un fanático islamista asesinó a 50 en un club nocturno de Orlando; Trump dijo: “Eso fue horrible”. Su fecundo comentario acerca del atentado en el aeropuerto de Estambul fue: “Esto es malo, muy malo”.
Soy libertario; de derechas; republicano, y detesto a Hillary Clinton. Pero escucho a Trump y me siento intelectualmente insultado. No puede ser que un individuo que “ha escrito” varios libros se limite a comentarios que reflejan el razonamiento de un niño de cinco años con un vocabulario de 5.000 palabras.
En realidad, la mayoría de los famosos que publican libros, no escriben nada, les relatan y graban sus pensamientos y experiencias a escritores de verdad, y estos los plasman en expresiones coherentes.
Por simple curiosidad vale mencionar, que William Shakespeare usó 31.534 palabras diferentes en sus libros y se asume que conocía otras 35.000. Lo que indica que su vocabulario abarcaba por lo menos 66.000 palabras. (Los humanos muy bien instruidos usan entre 15.000 y 20.000).
Desde que se inventó el teleprompter (1982) los comentaristas televisivos y los políticos aparentan ser más inteligentes de lo que son, porque leen lo que dicen, pero el público no lo nota.
El único requisito para usar el teleprompter es saber leer de forma natural, de manera que parezca que los comentarios, discursos y análisis pronunciados, luzcan propios, elaborados en el instante. Obama, no puede decir ni “Buenos Días” sin su uso. El hombre es mediocre en extremo.
Trump en contraste se rehúsa a usarlo, es auténtico, pero aburre e irrita. Es repetitivo, básico e insustancial. No tiene conocimientos sobre temas a los que muchos les hemos dedicado años en estudiar, no obstante, plantea soluciones genéricas y lógicas, que obedecen al simple sentido común con el que las mayorías se sienten identificadas.
El reloj está corriendo y las elecciones se acercan. A mi gusto, cualquier republicano es mejor que Hillary Clinton, pero el Donald está poniendo en riesgo su candidatura. Son demasiadas las personas que se sienten avergonzadas de su indigencia verbal y estilo populista.
La Clinton no tiene ni una sola credencial válida para ser presidente. Su vida entera es falsedad, corrupción, extorsión.
Fue cómplice en el asesinato de los diplomáticos en Bengasi por no actuar a tiempo y apropiadamente. Transmitió información secreta como Secretaria de Estado a través de su email personal poniendo en riesgo la seguridad de los Estados Unidos. Como ser humano es despreciable (lo destila por los poros). No existe ninguna memorable acción digna en su vida pública ni privada.
Donald Trump es honesto, digno de confianza, no tiene cola de paja, ni guarda cadáveres en el closet. Goza del mérito de haber formado una compañía enorme y tiene una familia de hijos ejemplares. Su flaqueza es que no demuestra atributos de erudito al transmitir sus ideas.
Si se rodea de individuos capaces, con experiencia, que le guíen y le escriban discursos profundos; puede ganarse a los republicanos e independientes escépticos. Para eso hay que escuchar, estudiar y aprender. Desgraciadamente, los millonarios por regla general se sienten auto suficientes; dueños de la verdad, y únicamente se escuchan a sí mismos porque les resultó provechoso haciendo negocios.
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