Por José Brechner
El discurso de aceptación de Trump como candidato oficial del Partido Republicano, fue impecable. Es el comienzo de la batalla final por el puesto más codiciado del mundo.
Tocó de forma directa y cristalina, temas que nadie se atrevió a hacerlo.
Todo el populismo y la pobreza verbal que caracterizaron a la primera etapa de la campaña se desvanecieron. Ningún republicano puede negar que Trump representó cabalmente sus pensamientos.
Trump puso fin a la Corrección Política desde que empezó su campaña y coronó su trabajo con el discurso en la convención. Acabó con las caricias y elogios a los contrincantes, distintivo de los políticos de profesión. Las imputaciones a Hillary en un momento tan importante, fueron pasmosas. Acusó a la Clinton de dejar un legado de corrupción, muerte, destrucción y terrorismo.
Cuando el Donald se lanzó como candidato, dije que era refrescante, después me asustó, y finalmente me gustó. Siempre fui propenso a rechazar a los individuos que incursionan en política simplemente porque son famosos y no tienen conocimiento profundo acerca de los acontecimientos que hacen a la vida de los pueblos.
Hubo cantantes, deportistas, comediantes, actores, y toda clase de personajes insustanciales, que incursionaron en las arenas del debate, sin haber leído un libro de historia o filosofía. Algunos tuvieron éxito. La mayoría no.
El Donald está rompiendo las reglas, tal como lo hizo otro mega-millonario: Berlusconi. ¿Alguien sabe cuál es el nombre del actual Primer Ministro de Italia? Hace dos años que está en el poder y no es malo. Tampoco es perceptible. La Cicciolina, una actriz porno que daba sus discursos públicos mostrando los pechos (por lo menos uno) y fue elegida parlamentaria en 1987, era más conocida.
Antes de que los estadounidenses elijan a su próximo presidente, los candidatos deberán presentarse a debatir públicamente tres veces. Es en estos encuentros que la población votante escoge a su favorito.
Trump dijo desde su primer día en la contienda, que nada le daría mayor placer que llegar al enfrentamiento final con Hillary. El arsenal que tiene guardado y sigue acumulando para la batalla, es interminable.
La Clinton quedará hecha añicos, pues es la candidata más sucia que ha existido en la historia norteamericana. Por más hábil que sea para disimular sus trampas, sobornando o amenazando a quienes saben secretos de su vida, no podrá parar a la locomotora que se le avalancha.
Si los norteamericanos no perdieron el sentido común, y todavía existe un ligero deseo de salvar a su país de los peligros que se le avecinan, la balanza debería inclinarse pesadamente a favor de Trump. Lamentablemente, el nivel de decadencia de los valores que hicieron grande a Estados Unidos está en auge. La contradicción y confusión es grande.
Si Hillary gana, el mundo occidental sufrirá los peores males bajo el sable de Mahoma. Lo contrario sucederá con Trump.
El peligro final se llama Islam Radical. Si no se lo combate hasta aniquilarlo; asunto que demorará mucho tiempo, pues los yijadistas se permearon en nuestra sociedad y suman millones, la muerte les acecha a todos.
Hillary no tiene interés en combatirlo. Desde que fue primera dama, apoyó a los gobiernos y grupos extremistas del Medio Oriente. Su actitud con Libia, Egipto, Siria, mientras fue Secretaria de Estado, confirma que su pensamiento no cambió en nada.
En resumen, la elección de este año es por la vida o la muerte. Confío en que Trump tendrá la capacidad de hacerla trizas cara a cara, así como hizo con los demás candidatos que se le enfrentaron. Hillary es un blanco más fácil, emana podredumbre.
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