Por José Brechner
Si no eres demócrata y Trump no es tu candidato favorito, pero tampoco te apetecen los demás, se debe a por lo menos tres motivos.
Para aquellos que son parte del establishment, Trump es un forajido. El hombre no se siente comprometido con ninguna organización. Incluido el Partido Republicano.
Para los conservadores independientes, Trump sigue siendo una incógnita pues apoyó a causas y candidatos liberales en el pasado.
Para los intelectuales republicanos, Trump sabe poco y nada de política, se comporta hormonalmente y es impredecible.
En 2008 --con excepción de su invariable vínculo con el Partido Demócrata-- las credenciales de Barack Obama, no eran mejores que las de Trump. Eran mucho peores y no mejoraron en nada con el tiempo, pues Obama es un teorizante izquierdista.
El movimiento pro-Trump, es la reacción natural a la administración de Obama, que ingresará a los libros como la más destructiva de la historia. Obama dividió a la sociedad norteamericana hasta llegar al momento actual.
El advenimiento de la derecha, es la respuesta natural a la agresividad de la izquierda. Durante siete años las derechas han tenido que soportar sus abusos, en complicidad con la mayoría de los medios de comunicación.
Las izquierdas se la pasaron haciendo manifestaciones y protestas discriminatorias y racistas. Desde los gays, una minúscula minoría que segrega a quienes no están de acuerdo con la imposición de su forma de vida, hasta los Panteras Negras y “Black Lives Matter”.
Obama, el principal discriminador, se escudó en el color de su piel para proteger a delincuentes y alborotadores negros de los “abusos” policiales. Nadie se atrevió a manifestar en su contra. Si lo hubiese intentado habría sido tildado de racista.
Decorosamente, la gran mayoría norteamericana se aguantó los desmadres populistas y el autoritarismo gubernamental. Obama dijo e hizo cosas que a ningún presidente se le hubiese tolerado.
Su vida pre-presidencial, reúne una extensa acumulación de razones que no le calificaban para estar en la Casa Blanca, pero nadie lo detuvo. Mantuvo una relación de 20 años con Jeremiah Wright Jr., su pastor y mentor, que sermoneó: “Dios maldiga a América”. Otro de sus mejores amigos sigue siendo Bill Ayres, el terrorista izquierdista, que no está preso por un tecnicismo legal.
Todos pasaron por alto el extremismo y la insolencia de Obama en el gobierno. No obstante, ahora que el Donald se convirtió en el predilecto de la contraparte política, el mundo tiembla.
¿Es Trump tan peligroso como algunos lo pintan? Si analizamos con calma, sabemos de él mucho más que de Obama. El Donald es añejamente popular y no es por otra razón que hoy está en las tapas de los periódicos. Su vida ha sido un celebrity show.
Trump es respondón, altanero, pero nadie puede decir que sea un mal tipo, que sus amistades sean cuestionables, o que haya hecho cosas indebidas o ilegales. Es honesto y confiable, cosa que no se puede decir de Hillary.
Le falta pulirse políticamente. Deberá tomar cursos acelerados de historia, filosofía, oratoria, diplomacia, asuntos globales y mucho más. No obstante, es más preparado que Barack Obama en todos esos puntos.
Creo que nos estamos apresurando en condenar al Donald. Sus repetitivos slogans, aburren e irritan. Su retórica encrespa porque no basa sus pensamientos en razones sino en sentimientos. Intentar quitarle el derecho a ser el postulante oficial por el Partido Republicano, puede generar caos generalizado, como el mismo previno y fue mal interpretado como una amenaza.
Hemos vivido tantas décadas de falsedad políticamente correcta, que nos hemos contagiado. Hasta la derecha le teme a la franqueza. La estupidez y la falta de sentido común han superado todos los límites, de ahí que Bernie Sanders pretenda convertir a Estados Unidos en un país socialista.
El discurso de Trump, no satisface nuestro gusto intelectual, pero es lo que el pueblo entiende. En vez de echarle la culpa al Donald, debemos apuntar a las izquierdas. Ellas plantaron las semillas de la discordia y la reacción. Es tiempo de equilibrar la balanza.
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