Por José Brechner
¿No te contestaron al email que enviaste? ¿Tal vez era importante para ti? ¿Muy importante? ¿Sigues esperando? Es probable, que lo mismo esté esperando alguien de ti.
Para el que envió el mensaje, la respuesta puede ser valiosa, más al que lo recibió le es absolutamente indiferente. No habrá ofensa ni resentimiento, estamos en la sociedad cibernética. Hombres y mujeres, de todas las edades, nos estamos convirtiendo en simpáticos patanes incoherentes.
Contestar a un email no requiere de mucho tiempo ni de elaboradas palabras. Al fin y al cabo, los terrícolas con internet nos pasamos el día en línea, dedicándole no menos de 28% de nuestro tiempo a ver noticias, Facebook, Youtube, Twitter, o cómo adelgazar 20 kilogramos en tres semanas comiendo chocolates.
Estamos abarrotados de tanta información, que perdemos el tiempo leyendo asuntos irrelevantes, lo cual nos impide atender motivos ajenos. Ni siquiera podemos prestar atención a nuestros propios asuntos.
De acuerdo a un estudio realizado por Microsoft, publicado por la revista Time; nuestro nivel de atención coherente se ha reducido de 12 segundos a ocho. Tenemos menos capacidad de atención que la de un diminuto pescadito dorado, cuya curiosidad dura nueve segundos.
No podemos mantenernos al paso acelerado de los cambios tecno-sociológicos. Alvin Toffler lo predijo en 1970 en su libro “El shock del futuro”, vaticinando que se produciría “demasiado cambio en un corto periodo de tiempo”.
Explicó: “En los escasos años que nos separan del siglo XXI, millones de personas psicológicamente normales, sufrirán una brusca colisión con el futuro”.
Advirtió, como Albert Einstein, que nos volveríamos idiotas si llegábamos a depender de la tecnología. ¿Alguien se atreve a dejar su smartphone o internet por una semana?
Toffler previó que debido al cambio estructural de una “sociedad industrial” a una “sociedad súper-industrial” (globalizada) el cambio tecnológico y social dejaría a las personas desconectadas y hecha añicos, con estrés y desorientación.
Para constatarlo, basta con juntarse con pocos y, prontamente, los autistas del siglo XXI sacarán sus teléfonos celulares para comunicarse con alguien que está lejos y des-comunicarse de aquellos que están cerca.
Toffler auguró que la mayoría de los problemas sociales se masificarían debido al exceso de información. En internet, cualquiera publica noticias ficticias y millones se las creen. La ignorancia masiva es turbadora. Los ignorantes opinan, discuten, votan, y predican su neurosis, atizando un imaginario conocimiento de la realidad.
La cibernética ha dado a luz a un mundo de mecánicos del mundo virtual. Se consideran superiores a sus semejantes pues manejan neologismos que son desconocidos para la generalidad.
Llamarlos mecánicos es insultante, prefieren ser reconocidos como “ingenieros” por más que no sepan de memoria la tabla de multiplicación. Dentro de ese mundillo de autómatas que no sacan su mirada de la pantalla, todos se creen Steven Jobs.
Entre los apasionados de la informática, están los fanáticos de las marcas, que se quedan 48 horas formando colas a la intemperie esperando a que se abran las puertas de una tienda Apple, para comprar el último iPhone.
La mayoría de estos insípidos esclavos del consumo, son de izquierdas, de la rama extrema. Rara vez leen un libro. No saben de historia, filosofía ni política. Son seguidores del rebaño pues la oveja solitaria se trastorna, necesita de un guía, así sea un perro pastor.
A los mileniales les gusta el socialismo. Temen a la libertad. Pretenden ser únicos en su aspecto y se graban el cuerpo, como las ovejas, que necesitan ser tatuadas para diferenciarlas.
Resumidamente, son simples obreros, “mecánicos modernos”, que necesitan obedecer a un capataz. Lo dijo Freud y Erich Fromm: “La mayoría de la gente no quiere libertad, porque la libertad implica responsabilidad, y la mayoría de las personas le tiene miedo a la responsabilidad”.
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