Por José Brechner
Si hay alguien que le ha puesto sal y pimienta a las elecciones internas en los Estados Unidos ese es Donald Trump.
Después de escuchar a candidatos aburridos, que se diferencian muy poco entre sí, el Donald viene arremetiendo con todo, punteando en las encuestas.
La ventaja de Trump es que es conocido, carismático, inteligente, decidido, y no precisa lamerle los pies a nadie para financiar su campaña.
El Donald dice lo que una gran mayoría piensa. Está rompiendo con la Corrección Política, que no es más que la imbecilidad dominando al mundo; trayendo una brisa de aire fresco y necesario.
Su comportamiento no es el del político tradicional, y esa es la mejor parte. Los políticos se han convertido en individuos insustanciales que hablan con discreción creyendo que podrán cautivar a todo el mundo. Trump al contrario, dice lo que piensa y suma votos.
La carrera hacia la nominación se viene con fuerza. Muchos en el Partido Republicano desean descalificar al Donald, pues les ha quitado figuración. Si pretenden hacerlo, Trump puede formar su propio partido, lo que no es conveniente, porque sucedería lo mismo que ocurrió con Ross Perot en 1992 y 1996 que se postuló independientemente quitándoles votos a los republicanos y favoreciendo a los demócratas, quienes obtuvieron el poder.
La escena más amena y profunda de Trump, es que está haciendo añicos con el establishment izquierdista que se ha apoderado de la corriente oficial de pensamiento en los Estados Unidos.
Esta primera puñalada al distorsionado sistema promovido por Obama, que se hace amigo de sus peores enemigos y deja a sus verdaderos aliados de lado. Que defiende a los criminales en vez de a los ciudadanos decentes. Que gobierna por decreto, sobrepasando al Congreso; creará un imperioso movimiento de resistencia a las imposiciones gubernamentales, mucho más amplio que el Tea Party.
El Donald es de lejos la figura más refrescante que ha brotado en el seno político. Su natural liderazgo se siente a flor de piel. No hay otro en ninguno de los dos partidos que se le aproxime.
Si bien Jeb Bush es un contendiente serio y muy capaz, la dinastía familiar ya empieza a sonar como herencia monárquica. Lo mismo sucede con Hillary Clinton, cuyo pasado y presente lindan con la delincuencia.
El 6 de Agosto comienzan los debates y la depuración. A medida que vayan disminuyendo los candidatos se verá si el Donald goza de los requisitos para ser el hombre más poderoso del mundo. Obama no goza de ninguno y está en la Casa Blanca.
Con semejante mandatario no era de extrañar que se presentasen más de una docena de candidatos. Si Obama es presidente, definitivamente, cualquiera es mejor.
La lucha republicana interna está sabrosa. Los norteamericanos saben pelearse y amigarse. Es como en los partidos de fútbol: los contendientes se insultan, patean y pelean, pero cuando llega el mundial, juegan todos para el mismo equipo. Esta vez no tendría que ser diferente.
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