Por JOSE BRECHNER
Pese a la adversa injerencia norteamericana en las elecciones generales de Israel, en un momento crítico, como siempre, los israelíes votaron con sensatez.
Millones de dólares fueron canalizados a través de ONG’s, patrocinadas por acaudalados estadounidenses progres, que disfrutando de su liviana vida en los Estados Unidos, pretenden descomponer el espectro político nacional israelí, favoreciendo a los musulmanes y las izquierdas.
La reelección de Bibi Netanyahu frente a tan poderosa contingencia, demuestra una vez más, que de los judíos, los antisemitas pueden decir lo que quieran, pero ninguno jamás pudo decir que seamos estúpidos. Ese es su mayor rencor, y sin duda, una de las razones de su irracional odio.
Bien lo dijo Paul Johnson, el célebre periodista, escritor y teólogo católico, inglés: “Ciertamente, el mundo sin los judíos hubiese sido un lugar radicalmente diferente. La humanidad tal vez eventualmente se hubiese tropezado con todos los conocimientos revelados por el pueblo judío, pero no podemos estar seguros. Todos los grandes descubrimientos y conceptos del intelecto humano parecen obvios e ineludibles una vez que estos fueron revelados, pero se requiere de una genialidad especial para formularlos por primera vez.
Los judíos tienen ese regalo. A ellos les debemos la igualdad ante la ley, tanto humana como divina; la santidad de la vida y la dignidad del ser humano; la consciencia individual y la redención personal; la consciencia colectiva y la responsabilidad social; la paz como una abstracción ideal; el amor como el fundamento de la justicia, y muchas otras cosas que constituyen el mobiliario moral básico de la mente humana. Sin los judíos hubiese sido un lugar mucho más vacío”.
Coincidiendo con las elogiosas palabras de Paul Johnson, el pueblo judío no se dejó amedrentar por Barack Obama, y se guio con inteligencia frente a la tortuosa codicia de la izquierda de gobernar a cualquier costo, sin importarle las consecuencias de un suicida tratado con Irán.
Sin miedo, ante un presidente muy poderoso y autoritario, cual es Barack Obama, que hizo todo lo posible para destruir a Netanyahu, y tomando en cuenta que Israel depende estratégicamente de la fraternidad con los Estados Unidos. Los israelíes saben que su vida, antes que sus comodidades, está en juego.
El dilema interno de estas elecciones fue el económico. Los izquierdistas desplegaron su campaña, ofreciendo mejorar las finanzas del ciudadano común. Mal no les fue. Pero la cordura primó y Netanyahu ganó.
La economía tiene sus propias reglas, y en una sociedad empresarial, altamente productiva, que genera innovaciones diariamente, pronto se resolverán las dificultades financieras por sí mismas.
Si Israel no tuviese que sostener a un ejército que debe modernizarse permanentemente y estar en estado de alerta constante, discontinuando el trabajo cotidiano de sus ciudadanos periódicamente para respaldar a sus soldados, pues todos son reservistas, Israel sería una potencia económica.
Irán es el causante de la controversia externa. A Nancy Pelosi, la histérica líder de la minoría Demócrata, le enfada que Netanyahu haya dicho en el Congreso Estadounidense, que Israel se defenderá con o sin la ayuda de los Estados Unidos en caso de que los ayatolas sigan enriqueciendo Uranio. Para Pelosi y Obama, esa es una afrenta, pues se consideran dueños del mundo. No obstante, Netanyahu aclaró seguidamente, que sabe que cuenta con el apoyo del pueblo norteamericano si llega a haber una confrontación con Irán.
Las relaciones entre Israel y Estados Unidos son sui generis. No existe ningún otro país (exceptuando a Canadá) con los que los norteamericanos tengan tanta afinidad. Ambas naciones son democracias ejemplares donde todos gozan de absoluta libertad y los mismos derechos. Ambos países están compuestos por inmigrantes llegados de todos los confines del planeta. La diversidad de sus habitantes, es la mayor similitud que une a estos dos aliados.
De ahora en adelante, por los próximos dos años, hasta que se les acabe el mandato a los Demócratas, se apaciguarán los ánimos entre el Primer Ministro israelí y el Presidente norteamericano, pues no les queda otra alternativa, aunque Obama demostró una vez más, que no es de confiar.
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