Por JOSE BRECHNER
Vladimir Putin no tuvo ningún tapujo en declarar que el peor error que cometió el Kremlin fue permitir la división de la Unión Soviética. Hacer el cambio hacia la economía libre era una necesidad vital, pero permitir que los países de Europa Oriental se liberaran del centralismo moscovita, no era parte del programa.
De no haber sido por la influencia de Ronald Reagan que demostró con simpleza que el capitalismo en libertad es el único generador de riqueza y que el camino al progreso de toda Europa empezaría con la unificación de Alemania; el lío de Rusia con Ucrania no estaría en primera plana. La geopolítica rusa de tradición es que las personas se reproducen; los territorios no. Putin se maneja a la vieja usanza.
La libertad para los socialistas llegó con la caída de la URSS. Sin embargo, todavía viven bajo el temor de que el martillo con el que los magullaron los comunistas, nuevamente les dé en la cabeza.
No es para menos. Hay sólo tres países con el poder militar de hacer los que les viene en gana: Estados Unidos, Rusia y China. Lidiar con la Federación Rusa, dirigida por el ex jefe de la KGB, es bregar con lobos feroces. La pacifista paloma que representa a la administración de Obama, no es rival para el Kremlin.
Aprovechando el impasse, no faltó el antisemita, Robert Naiman del Huffington Post, que propuso que se sancione a Israel de igual forma que a Rusia. La indignante comparación entre la Rusia imperialista e Israel no podía haber salido de otro periódico, con excepción de algún pasquín nazi.
Rusia dominó por la fuerza a una tercera parte del planeta por más de medio siglo. Israel lo único que quiere es vivir en paz en su diminuto territorio. La analogía correcta es que Israel es Ucrania y los países árabes son Rusia.
¿Por qué el Huffington no compara la situación europea con la ocupación del Tibet por parte de China? También podría sugerir que Estados Unidos abandone Cuba, al fin y al cabo apoyó a Washington para que se juzgue a los asesinos del 9/11 fuera de Guantánamo.
Israel, como siempre, es el chivo expiatorio del populismo. John Kerry viajó a Israel más veces que a cualquier otro sitio. Egipto, Siria, Irán, Irak, Afganistán, pasaron al olvido. Son demasiado difíciles de entender y controlar. Se empecinó con apretar a Jerusalem, pues lo único que debe hacer es repetir los eslóganes izquierdistas.
Ahora debe tomar lecciones acerca de Europa, memorizar sus mapas y aprender la historia de esos países que es más compleja que la del Medio Oriente del Siglo XX/XXI. Tal vez le sirva para recordar su ascendencia judía y desentrañar porqué sus abuelos paternos, nacidos en Austria, se cambiaron el apellido de Kohn a Kerry y se convirtieron al catolicismo.
Estados Unidos se encuentra en el comienzo de su momento más difícil. Obama no tiene la añeja experiencia política de Putin. (Sigo preguntándome de qué hablaron durante una hora y media por teléfono).
El presidente ruso, que mira a Obama desde lo alto, sabe ciertamente que está contendiendo con una paloma que acató inmediatamente su propuesta de no atacar Siria, mientras Moscú sigue alimentando con armas a Damasco y Teherán.
Putin se ha convertido en el hombre más poderoso del mundo, mientras que Estados Unidos ha perdido su espacio político, colgando el uniforme de policía global que nos daba cierta seguridad a los defensores de la libertad. Washington se ha encerrado ensimismo dejando que el Kremlin controle los asuntos globales. Nunca desde el final de la Guerra Fría, Rusia ha sido más poderosa que ahora.
¿Habrá guerra en Europa? ¿Intervendrá la OTAN? Nadie lo puede saber. Lo que sí sabemos es que la administración de Obama quiere pasar a la historia como la que no batalló en una guerra.
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