Por JOSE BRECHNER
El 2 de Octubre, el alto miembro de la Guardia Islámica Revolucionaria, Comandante en Jefe de la guerra cibernética de Irán contra el mundo, Mojtaba Ahmadi, murió baleado en el pecho, a corta distancia, por unos motociclistas vestidos de negro que se dieron a la fuga. El hecho ocurrió en un bosque al noroeste de Teherán.
Desde 2007, cinco científicos nucleares y el jefe del programa de misiles balísticos iraníes murieron de forma similar.
Inicialmente, las autoridades iraníes acusaron como autores del atentado contra Ahmadi a los norteamericanos e israelíes, aunque los expertos han decidido descartar a los norteamericanos, pues la operación fue impecable.
En un giro fuera de lo común, los gobernantes iraníes están tratando de mantener la noticia en un perfil bajo para no demostrar vulnerabilidad, ya que también se dice que el atentado fue realizado por “gente de adentro”, apuntando directamente a los Soldados de la Asamblea del Reino de Irán; disidentes del gobierno que desean el retorno a la monarquía, quienes públicamente se adjudicaron el asesinato.
Yaakov Peri, ex jefe de la agencia de seguridad israelí Shin Bet y actual Ministro de Ciencia y Tecnología, dijo que el asesinato de Ajmadi tiene todas las huellas de una disputa interna.
Además de tener como enemigos a casi todo el mundo, incluidos los árabes, los gobernantes iraníes, tan queridos por los progres latinoamericanos, tienen gigantesca cantidad de enemigos internos. Tanto de la derecha como de la izquierda. En ambos casos estos disidentes laicos, están podridos de los ayatolas, sus leyes religiosas, y su obsesión con implantar el “último califato”.
La sorpresiva desaparición de Ajmadi en un momento tan sui generis, cual es éste, en el que el presidente de los Estados Unidos ha decidido entablar conversaciones con el presidente de Irán Hassan Rouhani, tiene a muchos estupefactos, y a otros prestos para actuar antes de que sea tarde.
Benjamín Netanyahu fue clarísimo en su discurso en la ONU al advertir del error que está cometiendo Estados Unidos, creyendo que Irán es un interlocutor válido. Citó con notable elocuencia las acciones de Rouhani antes de llegar al poder, quien aparenta ser un moderado frente a lo que era Ahmadinejad.
Ahmadinejad era un figurón, populista, egocéntrico, parlanchín, que disfrutaba de los beneficios del poder como cualquier dictadorcillo latinoamericano. Hablaba su mismo lenguaje y por eso también ganó notoriedad e influencia en las tierras indígenas de América. Para la intelectualidad iraní, y la oposición, era un imbécil. Igual sucede en el Cono Sur con los pensantes y sus gobernantes.
Rouhani no es del perfil llamativo de su antecesor; es más cauteloso, inteligente, falso y peligroso. Además es parte del clero, que es quien verdaderamente manda en Irán. Y aunque se haya repetido mil veces, hay que hacerlo una vez más, porque parece que hay quienes todavía no leyeron “El Islam para idiotas”.
El jefe máximo, guía vitalicio y verdadero gobernante de Irán, es el Ayatola Alí Khamenei, conocido como el Líder Supremo. El presidente de Irán, sea quien sea, debe obedecer a sus órdenes. Cuando Ahmadinejad se desvió ligeramente de los cánones clericales y empezó a cobrar protagonismo, Khamenei lo puso en el freezer y se acabó su lapso de gloria.
De ahora en adelante, difícilmente un laico logrará ser presidente en Teherán. Rouhani obedece firmemente a las expectativas y órdenes del Líder Supremo y entre las grandes máximas que ordena el comportamiento de los musulmanes; el sagrado Corán enseña: “Miente en toda ocasión de guerra”, de manera que si Barack Obama y John Kerry creen que Irán va a cambiar su actuar y pensamiento político, “que es su religión”, están totalmente equivocados.
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