Por JOSE BRECHNER
Desde mis 14 años viví en diversos países con culturas muy distintas. Todos ellos tenían algo en común, eran más avanzados que mi Bolivia natal.
El cambio más fuerte lo sentí cuando llegué a New York a mis 18 para continuar viaje a New Haven, Connecticut, a enrolarme en la Universidad de Yale en la que había sido admitido.
En mi provincianismo, ni siquiera absorbía la importancia que tenía Yale en el mundo académico. Siempre le di más importancia cognitiva a mi experiencia ambulante que a mi aprovechamiento estudiantil, aunque es indudable que el conocimiento adquirido ayuda a entender con mejor precisión los hechos mundanos.
Repetía como lema, que en el desarrollo personal, un kilómetro viajado equivalía a cien libros leídos, y me preguntaba: ¿Cuál sería la percepción del mundo para un campesino indígena si llegase a New York? ¿Se sentiría embelesado, como me sucedió a mí?
¿Trataría de adaptarse y comprender, cómo hicieron sus habitantes para que esa ciudad se convirtiese en el ombligo cultural y económico del globo?
Mi apreciación sobre viajar y aprender estaba equivocada. No importa si se es ignorante o letrado. Millones de personas de nivel cultural medio, buen nivel adquisitivo, empresarios, políticos y economistas, han viajado por más lugares que yo y no asimilaron nada positivo de lo que vieron. El etnocentrismo y las costumbres propias, predominan en el individuo, superando a su inteligencia.
El promedio general de inteligencia es de 100. Acontece que entre los gobernantes de América Latina, es evidente que hay varios que no llegan a 100. La mayoría de ellos formaron algo que se llama la ALBA.
La ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) --nombre más insustancial y ridículo era difícil de vislumbrar-- decidió tomar medidas defensivas contra “el imperio” y está en una gesta armamentista liderada por Evo Morales, el presidente boliviano, quien entró en conversaciones con Rusia para comprarle material bélico; (también quiere lanzar un satélite espía al espacio…).
La ALBA está compuesta por las siguientes temibles potencias: Venezuela, Bolivia, Ecuador, Cuba, Nicaragua, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Antigua y, Barbuda. Presiento que falta la Argentina de Cristina y Timerman, pero nunca es tarde para unirse a esos gigantes.
Entre sus “miembros observadores” están: Siria, Libia, e Irán, que más que observadores hacen de mentores. Siria y Libia están en el closet. Irán se mueve abiertamente.
Es incuestionable que los nano-estados albinos no tienen la capacidad bélica, económica y fundamentalmente intelectual para darle empuje a la iniciativa armamentista boliviana; más no deja de sorprender, cómo la necedad se lanza en la gesta, expresando sus pensamientos sin vergüenza.
Para añadirle sabor a la futura declaración de guerra, en su última aparición en el foro de la ONU, el presidente boliviano propuso enjuiciar al “imperio”; específicamente a Barack Obama, acusándolo de “genocida”, palabra usada con mucha ligereza por los socialistas de todas las estaturas.
El genocidio contra los bolivianos es la analogía que utilizó para indicar que Bolivia ha sido descalificada por Washington en su lucha contra la cocaína y no puede hacer negocios con los Estados Unidos ni otros países respetables.
Más hay que recordar, que antes de la reciente descalificación, rebautizada por Morales como “bloqueo a la economía boliviana”, Bolivia rompió relaciones con los Estados Unidos. Entonces ¿de qué se queja? Que haga negocios con Cuba y Venezuela. Si los albinos pueden amenazar a la OTAN, deben ser suficientemente grandes para comprarle a Bolivia lo que produce.
¿Sirvió de algo que Evo Morales viajase por el mundo y palpase con sus propios sentidos el poderío de los países desarrollados? ¿No se dio cuenta de que nada de lo que existe fue inventado en América Latina? ¿Sabe que Bolivia es el país más pobre y atrasado de la región? Por supuesto que no. Está enceguecido con el poder, la adulación de sus seguidores, y el envalentonamiento inducido por los cubanos, venezolanos e iraníes que le rodean, instruyen, y escriben sus discursos.
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