Por JOSE BRECHNER
Desde la caída del Muro de Berlín, los rusos nunca gozaron de mayor poder que ahora. Lo que no lograron hacer durante la Guerra Fría están consiguiéndolo con una sonrisa socarrona en paz y democracia.
Putin juega con Obama como lo haría con un niño. Es la diferencia que hace el haber sido el Jefe de la KGB con el de tener como currículo político el de Organizador Comunitario.
La semana pasada, misteriosamente el presidente de Rusia se jactaba de poseer un anillo de los ganadores del Super Bowl, que nadie sabe cómo llegó a sus manos. Si bien el anuncio no tiene un efecto trascendental en ningún campo, sirvió para burlarse una vez más de Washington. Es casi como que Obama diga que la Casa Blanca obtuvo un huevo Fabergé que perteneció a Nicolás II.
Desde que empezó la revuelta en Siria, Moscú ha dado su apoyo a Assad y anunció que le venderá misiles S-300 de largo alcance para defensa aérea. Estas armas son de gran eficacia y alto poder destructivo y podrían poner en peligro la seguridad de Israel.
Mientras tanto, el tradicionalmente indeciso John Kerry, está buscando una solución “política” a la “primavera” siria. Obviamente el Secretario de Estado necesita atender un seminario sobre Islam, Guerra Santa y diferencias entre Sunís y Chiís.
Continuando con la altanería, esta semana Putin le dio libertad de movimiento en suelo ruso al espía Edward Snowden, pese a las súplicas y alaridos de Obama para detenerlo. Putin elocuentemente alegó que no existen tratados de extradición entre Rusia y EU. (Otra victoria más del oso sobre el águila).
Las grandes diferencias entre el estadista curtido que es Vladimir Putin con el juvenil Barack Obama que no llega a percibir la dimensión del juego global son pasmosas.
Putin nunca sacó la mira de su objetivo mayor; llegar a hacer de la Madre Rusia el país más poderoso del mundo. Obama en contraposición, voluntaria o ingenuamente sigue apagando a Estados Unidos, económica y militarmente.
Políticamente EU ya perdió la batalla en casi todas partes. En Latinoamérica, su propio vecindario, los norteamericanos no tocan botón. Disneyworld tiene más importancia e influencia que Washington.
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