Por JOSE BRECHNER
El presidente boliviano Evo Morales viajó a Viena, sede de la Comisión Mundial de Estupefacientes de la ONU, para participar en el encuentro mundial sobre drogas.
El mandatario dijo que Bolivia exportará coca “descocainizada”, neologismo fabricado para decir coca sin alcaloide. Lo cual vendría a ser como café descafeinado, con la leve diferencia de que el café se lo toma no sólo por el efecto sino por el aroma y el gusto, mientras que la coca se consume sólo por el efecto, porque de sabor y olor agradable no tiene nada.
El dignatario aun no especificó cuáles serán los productos descocainizados exportables. El único comprador de coca que usa la hoja para uso popular, sin receta médica, es Coca Cola.
De los 14 alcaloides de la coca se obtienen anestésicos indispensables para usos en tratamientos quirúrgicos, como la lidocaína y novocaína que permiten que podamos sentarnos en la silla de torturas del dentista sin manchar los calzoncillos.
También se produce el pentotal o suero de la verdad, que deberían tomarlo Morales y sus colegas socialistas antes de una entrevista.
Sin embargo, el más divertido y adictivo derivado de la santa hoja, que a su vez es el más utilizado; se llama “cocaína”, “cristal”, “blanca”, “toque”, “jale”, “pichicata”; J.J.Cale, los Rolling Stones, Erick Clapton y otros poetas, la inmortalizaron, rebautizándola: “La Reina”.
El presidente Morales, que interpreta las leyes a su conveniencia, considera que porque se aprobó el acullico (masticado de la hoja) en Bolivia (asunto que no necesitaba de aprobación internacional porque se viene haciendo desde hace cientos de años en su país) la coca debe ser de libre consumo en el mundo.
Lo que el mandatario boliviano anda buscando, es una excusa para que se incrementen los cultivos, y que la montaña económica (la cocaína) sobre la que se sostiene su gobierno, no se desmorone.
El principal productor de coca y cocaína de Bolivia es el régimen gobernante, al que no se le puede llamar régimen “Moralista” pues ese sería otro oxímoron.
Su apellido definitivamente no enlaza con el líder indigenista, ninguno de sus seguidores se autodefinió jamás como “moralista”; por lo menos en eso tienen decencia.
Morales sigue siendo el jefe de los plantadores de coca bolivianos, que son sus más leales y aguerridos defensores.
Por éste, entre otros motivos, sus amigos en el exterior cada vez son menos. Dilma Rousseff no le tiene el cariño de Lula y está demasiado nerviosa con la preparación del Mundial de Fútbol y el descenso económico del Brasil, como para seguir aguantándole el contrabando de la droga.
Putin se opone no solamente a la cocaína que es ilegal en todas partes, inclusive en Bolivia, sino que ha pedido ante la ONU, la prohibición del cultivo de la planta.
Si lo dijera Estados Unidos, sería un párrafo más en el sermón convencional de la lucha anti drogas. Pero tratándose de Rusia, que por primera vez se opone a algo que hacen los neocomunistas, es para prestarle atención.
Moscú, hoy es una ciudad cosmopolita, moderna y cara, con una población sedienta de excesos, que se puede dar el gusto de disfrutar del mejor champán, el mejor caviar, y la mejor droga. Quieren aquello que vivimos los occidentales en los 70 y 80.
Los de este lado del mundo sabemos que el champán y el caviar son buenos, pero aprendimos que la cocaína mata. A veces físicamente, otras económicamente, y muy habitualmente, neuronalmente.
Morales debería poner sus pies donde pone su lengua y legalizar el consumo de cocaína en Bolivia, así de una vez por todas, el planeta entero tendrá motivos justificables para bombardear La Paz, lo que liberará finalmente a los bolivianos del autoritarismo neocomunista.
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