Por JOSE BRECHNER
Cuando en la Argentina de hoy, donde la mayoría se las da de izquierdas, me reprenden con que los militares eran unos antisemitas; yo respondo, que son nada más que lo mismo que son los argentinos. Y cuando me recriminan que persiguieron a los judíos, yo pregunto si ¿los persiguieron por ser judíos o por ser terroristas?
¿De los judíos desaparecidos, alguien puede aseverar que hubo aquellos que no eran sediciosos?
El hermano mayor de Héctor Timerman; Daniel, huyó a Israel buscando refugio, como hicieron otros Montoneros durante la dictadura militar. No dejó de ser un ultraizquierdista, pro-palestino, antijudío que si los árabes lo aceptarían militaría con Hamas.
Su padre, Jacobo, era aliado de los subversivos y fue desagradecido con Israel; Héctor sigue los lineamientos familiares.
Si unimos los cabos, el común denominador de los Timerman es que siempre estuvieron del lado de los terroristas. Héctor está con Hizbalá de igual forma que estuvo ideológicamente su hermano durante la guerra en el sur del Líbano en la que se negó a luchar.
Daniel estaba de acuerdo con que durante años Hizbalá asesinara a los cristianos libaneses, tirara bombas sobre las poblaciones civiles del norte de Israel, para después esconder las armas y mimetizarse entre los civiles con la ayuda de los emisarios de las Naciones Unidas.
Los Timerman miden a las personas por la apariencia. Si es militar es malo y si no usa uniforme es bueno. En eso son muy argentinos pues sólo ven la facha. El único argentino que veía con claridad era Borges.
Aproximadamente 40 años atrás, Héctor me dijo que Yasser Arafat era un moderado. ¿Cómo un terrorista puede ser moderado? ¿Qué mente enferma puede concebir que un individuo cuyo objetivo es la aniquilación de indefensos civiles, es un moderado? Toda la izquierda está en la misma. La imbecilidad progre es colectiva, como su pensamiento filosófico.
Héctor quiere demostrar que es más argentino que judío, aunque para los argentinos siempre será un judío, y para los antisemitas un judío de porquería, haga lo que haga. En su mediocridad y oscuridad, Héctor todavía no comprendió ese antiguo dilema.
El antisemita odia al judío no por lo que hace sino por lo que es.
A menos que los judíos argentinos sean realmente de pocas luces. Cosa que he podido constatar en los últimos tiempos, pues las izquierdas los fagocitaron; deberían tomar medidas drásticas contra esta familia de renegados.
Que la vergüenza haga que sean repudiados hasta que su nombre desaparezca de la faz de la Tierra.
Cambiarle el pensamiento a Timerman o Cristina no pueden; deben pensar en lo que sí pueden hacer.
Entre las posibilidades está la excomulgación, el ostracismo, que he planteado repetidas veces, y una medida adicional es exigir su renuncia en protesta contra el tratado con Irán, con el apoyo de políticos que tengan algo de decencia nacional.
Desgraciadamente la colectividad judía argentina carece de liderazgo y de integridad, igual que el resto de la sociedad argentina, de manera que esperar actitudes valientes, creo que es pedir demasiado.
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