JOSE BRECHNER
"La ciencia es el alma de la prosperidad de las naciones y la fuente de vida de todo progreso" - Louis Pasteur.
Muchos dicen que “no hay que generalizar” cuando se opina sobre el comportamiento o el temperamento de ciertos grupos humanos, sean estos los habitantes de un país, una determinada cultura, un partido político, los practicantes de alguna religión y, particularmente, los musulmanes.
A esa gente que pretende ser tan diplomática e inofensiva (en el sentido de que no quiere ofender a nadie) hay que aclararle algunos puntos.
Todo el conocimiento acumulado de la humanidad pensante, todo lo que se enseña en los colegios y universidades, toda noción científica y filosófica que ha dado resultados exitosos en la práctica, se basa en la generalización. No puede haber ninguna ciencia valedera si esta no es aplicable a la mayoría. ¿Hay excepciones? Por supuesto, por eso se llaman “excepciones”.
La psicología, sociología, antropología, pedagogía, matemáticas, economía, física, química, ingeniería, biología, medicina. Absolutamente TODAS las ramas de la investigación humana que nos han traído a esta era de inigualable desarrollo científico y tecnológico, son útiles porque son aplicables de forma GENERAL, y funcionan. De lo contrario no podríamos subir a un avión, ni tomar medicinas y seguiríamos siendo ignorantes cavernícolas, que es a lo que aspiran que retrocedamos los desubicados críticos de la “generalización”.
Las ciencias políticas, como todas las ciencias, se fundan en la generalización y requieren de estudio profundo para ser comprendidas. Los científicos estiman que se necesita de 10.000 horas de dedicación a cualquier asunto para convertirse en un experto en el mismo. Pero cuando se trata de política todos son especialistas porque vieron la tele o leyeron los titulares sentados en el inodoro.
La corrección política, confirmada por la verdad evidente, es simple imbecilidad. Esa tendencia a la estupidez en vez de disminuir sigue en aumento. Cualquier argumento generalizador, o sea, científico, es rechazado con un insulto, o con el trivial comentario de que “no se debe generalizar”.
Da la casualidad, que la generalización es lo único que nos permite ubicarnos en la realidad y darnos una concepción clara de lo que está sucediendo. Sólo el necio se basa en la excepción para fundamentar un argumento. Se está desmoronando Occidente gracias a esos descerebrados defensores de las aberraciones, el multiculturalismo, el primitivismo, y la corrección política.
La violencia islámica es la cuestión de máxima preocupación actual, pero nunca falta el anormal que alega, que “no todos los musulmanes son radicales”. ¡Por supuesto que no! Esa es la excepción. La que es peligrosa es la generalidad. La mayoría de fieles que obedecen ciegamente a clérigos criminales que poseen armas poderosísimas y cifras incalculables de dinero para propagar la Yihad o Guerra Santa.
No estamos enfrentándonos contra una ideología política que por definición es disputable, el Islam es una religión que no admite controversia. La democracia, que es impugnada por el Islam, pues es su antítesis, se creó cabalmente para debatir las ideas políticas de forma pacífica y civilizada.
El Islam es un culto absolutista, tal como las otras religiones proselitistas que quieren “salvar al mundo”, muchas veces por la fuerza. Y es axiomático: Cuando una idea debe ser impuesta por la fuerza, es porque está equivocada.
Uno de los puntos elementales que los primates, protectores de los islamistas, no entienden, es que: ¡NO ES OCCIDENTE EL QUE ESTÁ CONTRA EL MUNDO MUSULMÁN, SINO, QUE ES EL MUNDO MUSULMÁN EL QUE ESTÁ CONTRA OCCIDENTE!
Los occidentales únicamente estamos tratando de defendernos de gente que no acepta nuestra forma de vida y quiere someternos bajo su perspectiva filosófica. Si no la aceptamos, ellos tienen el deber sagrado de aniquilarnos. Eso los hace dignos del paraíso y del único orgasmo no auto-inducido de su vida.
Quienes arguyen que los musulmanes tienen derecho a vivir como quieran, tendrían razón si estos no se metieran con el resto del mundo. Que vivan como quieran en sus países, que no son pocos, y no les falta dinero para invertir en educación y desarrollo.
El oscurantismo del siglo XXI es el resultado de la mediocridad anticientífica, indocta y antinatural de esa gigantesca cantidad de idiotas políticamente correctos, que con su fingida actitud de mesura, alegan que “no se puede generalizar”.
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