JOSE BRECHNER
El consumo de cocaína en los Estados Unidos ha decrecido un 30% en los últimos años. La metanfetamina, las drogas de diseñador sumadas al creciente uso de alcohol, las bebidas energéticas, y la marihuana, que son más baratas y en ciertos casos legales o no penalizadas, han suplantado a la medicina favorita de Sigmund Freud.
Hace aproximadamente 130 años, la cocaína era considerada la droga mágica que curaba todo, desde la tuberculosis a la adicción a la morfina. Su principal promotor era Freud, que en 1884 en Viena, empezó a experimentar con ella siendo él mismo su propio conejillo de indias.
Ya en 1880 las droguerías de los Estados Unidos aconsejaban el uso de la cocaína para combatir la indigestión, la fatiga, la depresión y cualquier otro malestar. Su venta era libre y se ofrecía en forma de tónicos, polvo, vino y bebidas, lo que derivó en una adicción masiva con incontables casos de hospitalización, pero seguía siendo legal.
John Pemberton un farmacólogo norteamericano que fue el creador de la fórmula original de la Coca-Cola, la usó para su receta secreta e inicialmente la llamó “Pemberton’s French Wine Coca” (Vino Francés de Coca Pemberton) posiblemente inspirado en el extraordinario éxito de “Vin Mariani” un vino europeo que contenía cocaína.
En 1886 cuando se legisla la Ley Seca en Atlanta, Pemberton que tenía su industria en esa ciudad, crea la Coca-Cola sin alcohol como respuesta a la prohibición. En esos tiempos también se creía que el agua carbonatada era buena para la salud, de manera que aprovecha del momento y clama además, que su bebida cura el dolor de cabeza, la resaca, neurastenia, dispepsia, impotencia, y las dolencias pregonadas por el padre del psicoanálisis.
Freud consumió cocaína por 12 años, hasta que en 1895 tuvo una experiencia traumática. Trabajando con su colega médico Wilhelm Fleiss casi matan a una paciente llamada Emma Eckstein por administrarle una sobredosis de la droga. Eckstein pasaría a la historia con el pseudónimo de “Irma” en su obra maestra: “La interpretación de los sueños”.
¿Y que tiene que ver esto con mi vecino?
Ocurre que desde mediados de los 70 hasta comienzos de los 90, la cocaína se hizo extraordinariamente popular en todas partes. Era la droga favorita de las clases medias-altas y el Jet Set. Médicos, abogados, ingenieros, artistas, músicos, deportistas, políticos, empresarios y todo tipo de personas exitosas, algunas que cargaban con fuertes responsabilidades sobre sí, tomaban cocaína de forma frecuente para ejercer su trabajo, creyendo que habían descubierto la panacea que inicialmente confundió a Freud y Pemberton.
Bolivia era entonces el mayor productor mundial de materia prima y el tercero de cocaína después de Colombia y Perú. La droga corría a raudales en los bares y discotecas. Era pura, era barata, y los turistas llegaban de todas partes a darse un atracón. Bolivia era la Meca de los sibaritas del cristal.
Es en los 70 que al frente de mi casa en Cochabamba, Bolivia, mi ciudad natal, se muda una familia de millonarios ganaderos provenientes del trópico boliviano: los Suárez.
En los aproximadamente 40 años que convivimos en vecindad siempre tuvimos una relación de excelente amistad compartiendo alegrías y tragedias. Yo era amigo de los hijos de Roberto Suárez, quien se convertiría en “El Rey de la Cocaína”. Un hombre que a diferencia de otros grandes narcotraficantes, nunca utilizó la violencia ni dejó cadáveres a sus espaldas.
Roberto Suárez era un buen padre, sencillo, reservado, generoso con los necesitados, querido por sus hijos y apreciado por la gente que lo conoció. Su mayor extravagancia que le conocí fueron los dos guepardos que andaban sueltos en su jardín, a los que alguna vez les di de comer. Suárez era tan poderoso, que ofreció pagar la deuda externa de Bolivia que alcanzaba entonces a 3.000 millones de dólares.
Roberto Suárez hizo que Bolivia se convirtiese en un narco-estado, ya que su principal socio fue el gobierno. Esa condición de narco-estado se está repitiendo pero esta vez es sólo el estado el que tiene el control de la droga. Bolivia es hoy el segundo productor de cocaína del globo. El narcotráfico es la red de contención que permite que la economía no se desplome debido a los subsidios y dádivas populistas.
La televisión estadounidense ensalzó a John Gotti, el jefe de la Mafia Gambino, a través de un insípido reality show, “Growing up Gotti”, con su hija y nietos disfuncionales. En la taquillera película “Scarface”, dirigida por Brian de Palma, escrita por Oliver Stone e interpretada por Al Pacino; se muestra una breve y simulada interpretación de Roberto Suárez al que le pusieron ficticiamente el nombre Alejandro Sosa.
La esposa del verdadero Suárez, Ayda Levy, acaba de publicar la historia del Rey de la Cocaína. Sin duda debe contener interesantes revelaciones acerca de tan secreto mundo. Tal vez se debería hacer una serie, documental, o película, acerca de mis amistosos vecinos, y yo podría interpretar a Al Pacino.
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