JOSE BRECHNER
Quienes se sorprendieron de la aproximación de Argentina a Teherán es porque se olvidaron de la esencia antidemocrática de sus dos principales diplomáticos: Cristina Kirchner y Héctor Timerman.
De Cristina no hay mucho que agregar que no se haya revelado. De Timerman la mayoría no sabe gran cosa porque además de que se fue de la Argentina por mucho tiempo, nunca se movió en los ambientes peronistas, ni en círculo político alguno. Lo único que lo hacía conocido era el apellido paterno, que le sirvió para editar un par de revistas en Buenos Aires y décadas después, comprar el Consulado Argentino en New York.
Pero a Héctor Timerman yo lo conozco hace más de 40 años. Fuimos compañeros de curso en el colegio, éramos amigos fuera del colegio, la relación se mantuvo cordial con el tiempo y alguna vez casi fuimos socios. Era mejor tipo.
Héctor idolatraba a su padre, Jacobo, un portentoso egocéntrico, de quien Héctor heredó esa condición, amplificada. Jacobo era un burgués socialista que se asoció con David Graiver --el banquero que lavaba el dinero obtenido de los secuestros de los Montoneros -- para financiar La Opinión. Un diario de gran éxito, imitación de Le Monde.
Su fortuna creció cuando Graiver murió en un irresuelto accidente aéreo en Acapulco en 1976. Jacobo liquidó el periódico y construyó su sueño dorado; su casa en Punta del Este. A diferencia de los demás bungalows, que para ubicarlos por falta de numeración en el bosque llevan un distintivo con un nombre común, a veces relacionado con la placidez del lugar, por decir: “Atardecer”; “Sosiego”; “Armonía”, éste llevaba un enorme cartel al que lo único que le faltaban eran las luces de neón. Decía: “Timerman”.
El afán de figuración de Jacobo era similar al de Cristina pero inferior al de Héctor, que acomplejado, pero al mismo tiempo orgulloso por la notoriedad de su padre, siempre quiso igualarlo o excederlo. Su primer paso en ese rumbo lo tomó cuando decidió ascender socioeconómicamente y se casó con una rica heredera.
La madre de su esposa tiene presunciones aristocráticas y le encanta figurar en las revistas de fotos de "sociedad", haciéndose pasar sin timidez por “condesa”, aunque de la nobleza europea no tiene ni una peca y la realeza hebrea desapareció hace 2.000 años. Conozco al único conde judío y no tiene parentescos en América Latina.
El título de Conde no se compra, es otorgado por un Rey y viene acompañado de un condado y un palacio. Sin embargo es evidente que la parodia nobiliaria ha influido determinantemente para que la Cris, que se desvive por trepar socialmente, designase a Héctor embajador y después canciller, sin que tuviese ninguna experiencia política ni diplomática.
Timerman se fue a vivir a Estados Unidos pero odia a ese país. Por eso inspeccionó personalmente un avión estadounidense de ayuda militar que llegó a Ezeiza, acusando infantilmente al Pentágono de espionaje y tráfico de drogas, haciendo uno de los papelones más ridículos de la diplomacia moderna.
Héctor en tiempo récord, extrajo todo su arsenal de desprecio a Washington, hasta tirar las relaciones con Estados Unidos al suelo, pese a que podría haber congeniado con Hillary y Obama que son de izquierdas, más son demasiado conservadores para su gusto. Su línea es la de Hugo Chávez.
Irónicamente, cuando lo designaron embajador, se comentó que fue porque tenía buenos lazos con los demócratas. Por lo visto no era así. Fue la historieta de la nobleza, la condesa y la riqueza, que fascinaron a la Cris.
Cuando Héctor fue nombrado embajador y posteriormente canciller, le escribí felicitándolo y sugiriéndole que fuese cuidadoso con lo que hiciere, debido a las repercusiones que sus actos podrían acarrear por su condición de judío. Obviamente no recibí respuesta.
Si Su Excelencia pudo olvidar la amistad que le brindó Estados Unidos, también puede olvidar una amistad personal. Como yo soy un judío sionista, mi conciencia no me permite dejar que nadie atente contra la seguridad de mi pueblo. Por eso escribo esta nota.
Héctor continuó con sus labores chavistas, reconociendo un Estado Palestino, apoyando a Gadafi y Bashar al-Assad, hasta que llegó el remate en la AGONU. Mientras Benjamín Netanyahu daba un discurso gráfico a la asamblea, previniendo sobre la necesidad de reaccionar conjuntamente frente al peligro nuclear iraní, Timerman organizaba su anhelado encuentro con su contraparte de Teherán, Ali Akbar Salehi.
La reunión con Salehi fue en Iom Kippur, fecha en la que los norteamericanos y los israelíes no enviaron sus delegaciones al foro. Pero Timerman trabajó ese día con los enviados de los ayatolas en su obra maestra: Olvidar a los asesinados en la AMIA, aprobar la desaparición de Israel, y mofarse de los Estados Unidos que también tiene de enemigo a Irán.
Después de Adolf Hitler, no ha habido ningún líder de nación alguna, con excepción de Mahmoud Ahmadinejad y del Ayatola Ali Khamenei, que negara el Holocausto y propusiera la destrucción de Israel y el pueblo judío. Eso le agrada a Timerman. ¡Bravo Héctor, sos un peronista copado!
Las consecuencias de las relaciones con Irán y cualquier país o entidad extremista musulmana serán catastróficas para los argentinos. En 1988 la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) me invitó a una reunión personal en Túnez con su jefe, Yasser Arafat (a quien Héctor consideraba un “terrorista moderado”). Hubiese sido la primera vez que un político judío en ejercicio se reuniría con el cabecilla árabe. Era mi oportunidad de llegar al estrellato, pero no acepté. Yo no estrecho la mano de un asesino antisemita cuyo propósito es exterminarme.
Sin embargo, el 13 de Septiembre de 1993, los gobernantes izquierdistas israelíes, Yitzhak Rabin y Shimon Peres, sí lo hicieron, y con ese gesto legitimaron el terrorismo palestino y su ficticia lucha por un territorio que nunca les perteneció.
Casi 20 años después de ese fatídico encuentro, no hubo el prometido reconocimiento de Israel por parte de la AP, no hay paz, aumentó el terrorismo y el antisemitismo. Y, Peres, --por quien tengo muy poco respeto, pues discutimos sobre el asunto palestino en 1989 cuando ejercía de Ministro de Exteriores de Isaac Shamir-- era y sigue siendo mucho más inteligente que Héctor Timerman.
Jacobo Timerman era controversial pero también era más inteligente que su hijo, y por lo menos tenía un mérito. En La Opinión no se podía escribir contra Israel. Jacobo además era antiperonista. En 1973 almorzábamos en su casa cuando dijo: “Llega Perón, se va Timerman”. Y se fue, y después volvió, y el hijo se hizo peronista, anti sionista. Y eso que Héctor, en todo, imitaba y parafraseaba a su padre.
Ser judío y peronista es igual que ser judío y hitlerista. Perón dio refugio a los nazis pero no dejaba entrar judíos a la Argentina. Eso no les incomoda a los judíos peronistas. Héctor Timerman concentra los valores de esos indignos individuos y su infame partido.
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