JOSE BRECHNER
Las elecciones estadounidenses son siempre cruciales en el devenir de la humanidad, pero las próximas lo son más, pues la provocación musulmana advierte del comienzo de una gran guerra sin epicentro, más bien a desarrollarse en múltiples lugares.
En el segundo debate presidencial no surgió la polémica sobre los problemas internacionales que son los que definen los destinos reales de la humanidad. Se habló principalmente de la economía, los impuestos y el desempleo.
La gente se preocupa por las finanzas pues es lo único de lo que tiene conciencia ya que le afecta directamente, diariamente. Los asuntos internacionales son de lo que menos entienden porque no se palpan hasta que explotan. Para entonces todos se preguntan cómo empezaron.
Son pocas las personas que saben cómo se originó la Segunda Guerra Mundial, menos todavía la Primera. La mayoría ni siquiera sabe quién ganó la Guerra de Vietnam. Sin embargo estos son los hechos que hacen historia pues cambian la vida, y aledañamente la estructura de los países. Todo lo demás entonces pasa a un segundo plano. Seguramente en el tercero y último debate se abarcará este punto.
Mitt Romney no es Ronald Reagan, pero Barack Obama tampoco es Bill Clinton. Aunque el candidato republicano no es el político ideológico, profundo, confrontador, que muchos preferiríamos, ni alguien con quien la clase media se siente plenamente identificada, por ser millonario, tiene más experiencia y principios que Obama.
Votar por Obama es poner en riesgo la existencia de la civilización. Votar por Romney es abrir una ventana de esperanza para salvar lo que queda del desmoronamiento de la Cultura Occidental. Si Estados Unidos con retorcijones ha sobrevivido a Obama, es porque las instituciones democráticas funcionan y porque hay individuos que más allá de su tendencia política, defienden su país y sus valores.
Obama hace pocas semanas dijo que: ¡Washington no se puede cambiar desde adentro! Tal vez perdiendo una guerra peleando con los de afuera le ayudaría. Ese debe ser el motivo por el que no se inmuta frente al desgaste global de la hegemonía norteamericana.
BO no pudo cambiar Washington pese a que el Distrito de Columbia goza del peor nivel de aprobación en su historia.
En Washington, como en toda república, primero en jerarquía está el Poder Legislativo. De acuerdo a Real Clear Politics, apenas 13.8% de la población estadounidense aprueba el trabajo del Congreso. El 79.6% desaprueba sus funciones. Similarmente, según el sondeo realizado por el Wall Street Journal con NBC News, 12% aprueba y 80% desaprueba el desenvolvimiento del Legislativo.
Si con esos guarismos Obama no pudo modificar el establishment es porque le falta talento. Como Comandante en Jefe también es pésimo. Afganistán es un Vietnam en miniatura que no tiene final. El asesinato del embajador norteamericano en Libia confirma la falta de seguridad que ofrece su gobierno.
Libia fue el punto candente del debate, cuando Candy Crowley, la moderadora, se salió de su postura y tomó posiciones a favor de Obama, quien afirmó que desde el primer momento en que sucedió el ataque llamó al evento “un atentado terrorista”, lo cual es totalmente falso y ha sido motivo de severas críticas de la prensa.
Es tan delicada la cuestión, que Hillary Clinton tuvo que cargarse el fardo asumiendo la culpabilidad, exonerando a BO por la falta de previsión y por decir que fue producto de una revuelta política, posición que fue oficial durante dos semanas.
Su empecinada negación de que el mundo islámico se la trae contra nosotros, es el principal motivo por el que Obama y su gente no podrán manejar un conflicto internacional de gran magnitud. Siguen pregonando que hay que buscar la solución pacífica con Irán mientras los ayatolas están ensayando con misiles de largo alcance.
Para derrotar a tu enemigo, primero debes admitir que lo tienes. Y si éste te quiere aniquilar no por territorios o tesoros, sino por tu condición de ser diferente, es un enemigo con el que nunca podrás congeniar ni negociar. Te odia por tu propia esencia.
Si Obama no puede cambiar Washington desde adentro, puede esperar a que intervengan Rusia, China, Irán, Corea del Norte y los árabes. Ellos sí pueden cambiar Washington desde afuera.
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