JOSE BRECHNER
Las depredaciones del nacionalismo socialista siempre han sido parte del peronismo, por eso no llama la atención que los socialistas del siglo 21 se asemejen más a los tiranos de hace 70 años que a los socialdemócratas con quienes pretenden compararse.
Albert Einstein calificó al nacionalismo como: “El sarampión de la política”. Esta es sin duda la dolencia infantil de la sociedad. Unido el nacionalismo al socialismo se obtiene el devastador nacionalsocialismo. Y si hay un lugar con raíces nazis en Latinoamérica, ése es Argentina. No existe país más xenófobo ni antisemita en el continente.
Su animadversión ahora se tornó contra España, pese a que la mayoría argentina es descendiente de españoles. Pero de eso se olvidaron hace tiempo, desde que decidieron comportarse como cualquier otro sudamericano tercermundista, a quien también desprecian, porque los argentinos no son indios, pero tampoco europeos.
No extraña por tanto que su presidente o “presidenta” como la llaman sus cultos seguidores, llamándose “Fernández” se lance contra la tierra de sus abuelos, y su canciller “Timerman” contra Israel.
Es que los oportunistas socialistas sudamericanos a quienes deberíamos llamarlos por lo que son: neocomunistas o nacionalsocialistas, no tienen dignidad, ni historia, ni decencia, ni memoria.
Siete de cada 10 argentinos se siente feliz del asalto a Repsol. El robo, la transgresión, la violación de la ley, son vitoreados. La palabra y el honor no existen. Esas dotes fueron parte de la Argentina de hace 200 años.
Qué se puede esperar de un país donde 9,5 de cada 10 se siente orgulloso del gol que metió Maradona con la mano en ese famoso mundial que los convirtió en campeones. Si el gol lo hubiese realizado un inglés y ese país se hubiese llevado la copa, no quepa la menor duda de que la embajada de Gran Bretaña en Buenos Aires habría ardido en llamas y los anglos colgados en las calles.
La Argentina con su desfalco a la petrolera dio el paso final al precipicio, no le queda un solo amigo decente en el mundo. Los únicos con quienes se puede codear de igual a igual son sus ladronzuelos compinches bolivarianos.
El Planeta Argentina ha quedado aislado en el vacío. Empezó peleándose con Estados Unidos por el avión militar de ayuda que les envió; el cual fue revisado personalmente por el Ministro de Exteriores aspirante a Vista de Aduana. Continuó con el Reino Unido a quien volvió a provocar con el tema de Las Malvinas; y ahora le tocó el turno a su mayor socio comercial: España.
Dicen que buscarán a China para la explotación de sus hidrocarburos. Pero es dudoso que los chinos acepten su propuesta porque saben en quienes pueden confiar o no. Siendo más autocráticos que los argentinos, a cualquier incumplimiento del gobierno porteño los harían añicos con el beneplácito universal. China no pregunta ni avisa, simplemente actúa.
En un caso menos tronado que el de Repsol, el gobierno de los Kirchner invitó a las empresas mineras del mundo a explorar y explotar minerales en su suelo. Las normas establecidas eran coherentes y provechosas para todos. Varias compañías, principalmente canadienses, invirtieron miles de millones. Hecho el gasto, les cortaron los beneficios.
A este paso, la Argentina, que es el país más estancado de Sudamérica, con una visión política y cultural que se mantiene inamovible desde hace medio siglo, puede entrar en una crisis económica más densa que la de 2001. Todo indica que ése es el camino hacia el que se dirige.
Tal vez sea el rumbo final que debe tomar para que surjan nuevos líderes con ideas modernas. Pero con el lavado cerebral que han sufrido durante tantas generaciones, es difícil predecirle un futuro promisorio.
El peronismo no es una ideología, es una religión. Es la religión del autoritarismo, la mentira, la bronca, el fanatismo, la destrucción. Es el nacionalsocialismo que está arraigado en el temperamento argentino.
José Ortega y Gasset advirtió mucho antes de Perón, que la conducta argentina demolería ese país. Sucedió con Evita y sus Descamisados. Se repitió durante la Guerra Sucia.
José Ingenieros otro europeo que vivió en Buenos Aires, también antes de Perón, hizo la radiografía del argentino promedio y escribió “El Hombre Mediocre”.
El peronismo canalizó para su provecho esa forma particular de ser que Eduardo Duhalde calificó de: “mezcla de soberbia e ignorancia”. Esa combinación ineludiblemente condena al fracaso.
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