JOSE BRECHNER
Con la muerte de Gadafi, los musulmanes radicales siguen ganando terreno. Hay que comprender a qué nivel de fanatismo llegan estos juguetones revolucionarios, que el delirante Gadafi era casi un gentleman en relación a ellos.
A la Hermandad Musulmana le faltan muchos gobiernos por tomar. Egipto fue importante por su control del Canal de Suez, su poderoso ejército y su frontera con Israel.
Libia fue un efecto colateral, no estaba en el plan original, más a los insurrectos se les alzaron los ánimos con el efusivo y motivador elogio de Obama.
¿Quién será el próximo en caer?
Los días de Bashar al-Assad están contados, pero debido a que tiene el apoyo de China y Rusia, la Otan no va a intervenir, consecuentemente la lucha será más larga y desgastadora.
En un escenario en apariencia sobrio y tranquilo pero que arde internamente, el más importante adversario de los radicales, es el gobierno saudí.
La muerte del príncipe heredero Sultan Abdulaziz de 80 años, deja el trono a merced de su sucesor Nayif Abdulaziz un par de años más joven que el difunto, pues el Rey Abdullah de 87, está mal de salud y a punto de ir a hacerle compañía a Sultan.
Nayif se opone a los militantes radicales, pero mantiene las costumbres tradicionales del reino, como aquellas que no permiten a las mujeres manejar vehículos y, por supuesto, las descocadamente atrevidas como mostrar el erótico dedo meñique.
Los saudíes están bastante incómodos con Mr. Obama por su alegre soporte a los revoltosos y temen una escalada de violencia doméstica que les cause problemas similares a los de sus vecinos.
Si el atentado contra el embajador saudí en Washington hubiese fructificado, el malestar en Riad se ahondaría, la desestabilización interior se aceleraría, habría alborotos y debilitamiento.
Estados Unidos viene evadiendo por décadas el enfrentamiento militar con Irán. Esa endeble postura no ha cambiado. Nicolás Sarkozy comentó al respecto que, un atentado por parte de un país contra un embajador, es una declaración de guerra.
Irán anda declarándole la guerra a Estados Unidos, con hechos y palabras desde hace 30 años, más la política exterior norteamericana no se torna respondona. Menos con Obama, que quiere pregonar en su campaña electoral, que su país ya no tiene tropas combatiendo.
En Teherán, Mahmoud Ahmadinejd tiene dificultades con sus jefes. Los ayatolas se están cansando de su protagonismo y están considerando removerlo de la presidencia para que el Líder Supremo, el Ayatola Alí Khamenei, se haga cargo absoluto del gobierno como sucedió en las mejores épocas del Ayatola Khomeini.
Este fue el argumento publicado por la prensa izquierdista para justificar el frustrado asesinato al diplomático, aunque no encaja con nada.
La realidad es que un atentado contra el embajador saudita en Washington –siendo Arabia Saudí el principal aliado árabe de los Estados Unidos-- demostraría que Irán goza de gran poder. Superior al de los sunitas, que desde el 9/11 no pudieron dañar al Gran Satán. Resaltaría el coraje de los iraníes y tal vez se ganarían la simpatía de algunos sunitas.
Que los árabes anden derrocando gobiernos, sin líderes que los guíen y, con la venia de Washington, es lo más placentero que les puede suceder a los ayatolas. Les abre el camino para bombardear a sus vecinos, principalmente a su archirrival saudí.
La posibilidad iraní de dominar la región se vuelve más cercana con la pronta partida de las tropas norteamericanas de Irak que el presidente Obama prometió que se efectuará en Diciembre de este año.
Sin un freno militar estadounidense entre Irán y Arabia Saudí, el Medio Oriente está a merced de las chifladuras de los ayatolas para buscar la supremacía y adjudicarse el derecho al tutelaje del soñado Califato.
Toda esta entreverada demencia que parece una fantasía de ciencia ficción con Alí Baba en el medio, tiene a Barack Hussein feliz.
Con Alá mediante, Obama será presidente de un solo periodo. El daño causado a su país y al mundo es trascendental. El peor gobernante de la historia norteamericana, está dejando el peor legado, para que se arme la guerra más descomunal que haya ocurrido jamás. Y lo está haciendo adrede, a menos que sea un imbécil perfecto.
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