JOSE BRECHNER
El indígena de trajes a medida más famoso del planeta, Su Excelencia, Don Evo Morales Ayma, defensor de la naturaleza, los totalitaristas comunistas, los radicales musulmanes y los terroristas, se encontró en enfrentamientos con indios más indios que él y la confrontación concluyó en el castigo y muerte de algunos de sus congéneres.
El humanitario “ejército del pueblo” en manos de una ciudadana desconocida: María Cecilia Chacón Rendón, que fue designada Ministro de Defensa por el sabio cacique Morales “por ser joven y mujer”, grandes atributos, esenciales en geopolítica, tuvo que renunciar a su puesto junto a su Viceministro, debido a las víctimas y conmoción que causaron en su breve paso por el despacho ejecutivo.
Junto a los citados incompetentes renunció Sacha Llorenti, Ministro de Gobierno, el sujeto más hipócrita y siniestro dentro del gobierno indigenista.
Antes de llegar a formar parte del régimen socialista, Llorenti fue nada menos que el “Defensor de los Derechos Humanos”.
Estando en la oposición, organizó las mayores protestas contra los gobiernos democráticos que precedieron al suyo. El puesto que ocupó sirve de muestra universal de lo que son los Derechos Humanos hoy en día y de sus portavoces.
La marcha multitudinaria que el preclaro presidente boliviano detuvo, tiene su origen en un abultado contrato que el gobierno firmó con la empresa brasilera OAS para hacer una carretera que atraviesa la zona selvática del Noroeste boliviano.
El camino podría traer progreso a una de las regiones más olvidadas y ricas del país, donde se encuentran grandes extensiones ganaderas, aptas para cultivos agrícolas alternativos, entre ellos la coca, fuente de ingresos muy preciada para el gobierno boliviano y los cocaleros independientes que cada vez son menos. Qué pueden hacer; contra el gobierno no se puede competir.
La pregunta del millón es: ¿Los indígenas se oponen a la ruta porque no les conviene que las autoridades lleguen al lugar y les quiten los cultivos y la producción de coca? ¿O son verdaderamente tan conscientes del impacto ecológico que puede causar un camino en medio de la selva del tamaño de Francia, en un país de nueve millones de habitantes, donde precisamente no sobran los vehículos?
No hay que ser tan sabio como el presidente Morales, para deducir que los selváticos originarios no quieren competencia y prefieren que el intransitable territorio, al que sólo se tiene acceso por riachuelos y aviones, sea propiedad exclusiva de ellos.
La maravillosa lección de esta historieta surrealista típica del tercer mundo, es que fue el gobierno indigenista a través de la inconexa palabra de Morales, quien se hizo aplaudir internacionalmente hablando de Ecología, término que no puede siquiera deletrear, quien plantó las semillas del inconveniente.
Los últimos en respetar la flora y la fauna selvática, quemando anualmente decenas de miles de hectáreas, son sus hermanos aimaras que en sus evolucionadas costumbres milenarias, consideran que ardiendo el bosque, éste se hace más fértil.
Como en anteriores circunstancias, el brillante mandatario boliviano tuvo que retroceder, echando a algunos de sus amigos cogobernantes, pues aprendió que se pueden quemar los fusibles pero no la lámpara.
Siendo este majestuoso e ilustrado individuo el que alumbra el destino de Bolivia, el problema se ha resuelto políticamente aunque se quede sin el beneficio económico del sobreprecio cargado a la autopista.
Tampoco se vio obligado a deshacerse de su hermano de sangre y de pensamiento David Choquehuanca, Ministro de Relaciones Exteriores, que es el cerebro detrás de la Nación Aimara y el gobierno, quien fue secuestrado por los indígenas protestones al querer mediar con ellos. Parece que no les ofreció participación en el negocio, de lo contrario el resultado pudo ser diferente.
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