JOSE BRECHNER
Sebastián Piñera sufrió su segunda crisis de gabinete. Su popularidad está en los suelos, con un rechazo a su persona del 60%.
Su primer equipo estuvo conformado principalmente por tecnócratas, el nuevo gabinete está formado por políticos. Afortunadamente comprendió que así como para construir un rascacielos se requiere de ingenieros, la política es conveniente hacerla con los que entienden del ramo.
Los errores de Piñera comenzaron el día en que le brindó su apoyo al chavista José Miguel Insulza en la OEA. No por ser chileno el Secretario General es confiable y no quepa la menor duda de que en cualquier momento asumirá su encarnado rol de marxista opositor. Como Insulza, en Chile hay miles.
Reconocer y conocer al adversario es hacer política, cualquier otra cosa es mentirse. Darles la mano o ceder a las demandas de los progres creyendo que con ellos se puede gobernar en paz, es la equivocación tradicional de la derecha libertaria.
Por más que Chile siga ocupando el primer lugar de Sudamérica en prosperidad y nivel de vida, con un crecimiento elevado y constante, el mandatario es furiosamente atacado por la oposición, que es consciente de que la batalla ideológica y la guerra por el poder es permanente. Para ellos no hay tregua.
Piñera es víctima de la progresía por ser de centro derecha. Son más aplaudidos aquellos políticos que se califican de izquierdas y actúan de derecha, que aquellos que se califican de derechas y actúan de izquierdas. Tal vez porque de las derechas se exige más que de su contraparte.
Desde el primer día que entró a La Moneda, Piñera ha venido tomando medidas de corte populista para congraciarse con la izquierda, pero obviamente ese gesto de comprometedora simpatía no es apreciado por sus contrincantes.
Como los izquierdistas tienden a ser ineficientes e irresponsables manipuladores de la economía y el estado, cuando logran algún efecto positivo son vitoreados por todos. De los derechistas se espera un manejo impecable, por tanto están sujetos a la destructora crítica progre.
La crisis chilena surgió en demanda de mayores recursos para la educación estatal, que los estudiantes reclaman que pase a manos del gobierno central en vez de seguir bajo el control de las municipalidades, pues estas generan diferencias cualitativas.
Según la UNESCO el gasto gubernamental de los países debería ser del siete por ciento. En Chile llega al 4,4 del PIB. El desfase existe desde antes de Piñera, pero las izquierdas no hicieron nada al respecto en los últimos 20 años que gobernaron. Por supuesto tampoco hubo protestas callejeras por ese motivo. Esperaron al ingenuo derechista para echarle el fardo encima.
El caso chileno de desfachatada oposición a la derecha resalta con claridad. Todo lo que no hicieron las izquierdas le será exigido al gobierno actual. Es el juego sucio y desleal al que están acostumbrados estos caraduras.
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