JOSE BRECHNER
El refrán “Cría cuervos y te sacarán los ojos” no es parte de la tradición árabe, de lo contrario sus líderes hubiesen sido más cautos y no hubiesen alentado la formación de grupos islámicos extremistas creyendo que de esa manera suprimirían los afanes políticos de sus súbditos.
Al ser la democracia y el libre albedrío contrarios a las enseñanzas del Corán, los jeques y dictadores dejaron que los jóvenes se entretuvieran en la mezquita, seguros de que se convertirían en sumisos musulmanes que obedecerían por siempre a su gobernante vitalicio.
No calcularon que toda nueva generación en algún momento llega al hastío de las costumbres adquiridas y decide cambiarlas, ya sea profundizándolas o destruyéndolas.
En este caso va más por la primera opción, aunque también existen algunos revolucionarios demócratas que por el momento están siendo bien recibidos en los alzamientos, porque les son útiles a los fanáticos religiosos.
Una vez que se consolide la situación, los grupos islamistas dominantes darán fin con ellos. La única ley que aceptan los musulmanes es la Ley de Alá. Ningún filósofo europeo o norteamericano tiene cabida en ese mundo de ideas teocráticas.
La alianza que los árabes mantuvieron con la Unión Soviética y hoy conservan con la escoria marxista que quedó desparramada por el mundo, les está sirviendo a los protestantes para tener un punto de apalancamiento en Occidente, pero es circunstancial.
Ni siquiera el circense, intocable, autodefinido líder revolucionario del mundo árabe, Moammar Qaddafi, se encuentra inmune a los alborotos de aquellos que quieren derrocar gobiernos en el Magreb.
Se venció la barrera del miedo. Hay protestas en Benghazi y podrían trasladarse a Trípoli. ¡Esto sí que era inimaginable! El autor de “El Libro Verde”; la biblia revolucionaria de los comunistas del Siglo 21, está siendo cuestionado por los jóvenes libios.
Qaddafi es de los que mejor saben jugar su juego. Es revolucionario para quienes quieren verlo así y es musulmán devoto para los que prefieren esa faceta. En todo caso, sabe amoldarse a las circunstancias para sacarles provecho.
Seif al-Islam Qaddafi, el hijo del dictador y supuesto heredero del gobierno, acaba de soltar de la cárcel a varios miembros del “Grupo Islámico de Lucha Libio”, una organización ligada a Al-Qaeda, para congraciarse con los más extremistas.
Mucho antes, en 2003, su padre decidió renunciar a la fabricación de armas de destrucción masiva; remunerar a los familiares de las víctimas del vuelo de Pan Am que cayó en Lockerbie en 1988 y pagar compensaciones por los muertos en la discoteca La Belle que voló en Berlín en 1986, lo que le valió la aparente gracia de los europeos.
Qaddafi, igual que en su momento Saddam Hussein y Gamal Abdel Nasser, quiso ser el fundador del pan-arabismo socialista. Se considera el líder de todos los árabes, pero hasta los árabes, que están más zafados que cualquiera, lo consideran demasiado loco.
El Coronel Qaddafi tomó el poder en 1969, cuando tenía 27 años, a través de un golpe militar que derrocó al Rey Idris y gobierna desde entonces sin parlamento ni constitución. Se creía entonces el “nuevo” Ché Guevara. Qaddafi es el ídolo secreto de Hugo Chávez. El libio se define como un simple líder revolucionario socialista, sin ningún otro título.
Pues bien, esta cadena de demostraciones no va a quedar aislada en África y Asia, la fiebre revolucionaria tocará América y la patada en el trasero les llegará a los gobernantes de turno, que no por casualidad se identifican con sus homólogos árabes.
Se impone otro castizo refrán: “No hay mal que por bien no venga”. Algo positivo tiene que traer esta marea. Les toca temblar a los neocomunistas.
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