JOSE BRECHNER
Habría que ser ingenuo para creer que Evo Morales es el que maneja los asuntos de estado bolivianos. Morales es la imagen comercial del gobierno indigenista, no el cerebro. Cualquiera puede discernir fácilmente que el presidente no goza de los atributos intelectuales para dirigir ningún país ni nada que se le parezca.
Morales es un obediente instrumento de la izquierda internacional que fue catequizado por Hugo Chávez para derrocar gobiernos. Inteligentes comunistas cubanos le adiestraron en el manejo de masas y, para darle un toque democrático, el PSOE le envió asesores.
Conformó su partido, el Movimiento al Socialismo (MAS), con todo oportunista disponible que encontró en el camino. No importó el olor ideológico que exudaba. Los que se le apegaron lograron salir de sus dificultades financieras y le seguirán siendo fieles hasta que los vientos cambien y logren olfatear otro candidato más potable.
En el exterior Morales todavía goza de popularidad por ser el ejemplar político más inverosímil que salió de Sudamérica. Mostrar su perfil autóctono, que usa como tarjeta de presentación, le basta para que el mundo le preste atención. La cantidad de tiempo que Morales pasa viajando al extranjero exponiendo sus peculiaridades vernáculas no tiene precedente. Para sus ministros y allegados es lo mejor que les puede suceder porque así no tienen que rendirle cuentas. Si lo hicieran tampoco serviría de mucho porque Morales es incompetente.
El verdadero gobernante de Bolivia es Álvaro García Linera, su vicepresidente. Un ex terrorista marxista-leninista, quien está intelectualmente muy por encima de su jefe. García Linera llegó al cargo por acción cosmogónica. Fue elegido de compañero de fórmula de Evo por los asesores del MAS, que buscaron un intelectual para compensar el vacío intergaláctico existente en la mollera presidencial.
El problema del vicepresidente es que nadie votó por él, como ocurre con todos los vicepresidentes en todas partes, pero en Bolivia la situación se complica porque Evo se vistió con la bandera caudillista indigenista. García Linera no es ni caudillo ni indio.
Las manifestaciones populares que surgieron en respuesta a la repentina elevación de los combustibles, hicieron que García Linera tenga que reemplazar de emergencia a Su Excelencia para explicar a la ciudadanía por qué se tomó la medida antipopular. Morales se maneja solamente con frases aprendidas, de manera que no puede exponer con profundidad ningún asunto. Ha logrado zafar de situaciones enredadas porque sus entrevistadores prefirieron ser condescendientes con él.
Con Morales no hay necesidad de ser brusco. Él es su peor enemigo. Debido a que adquirió confianza frente a las cámaras, precisamente por la benevolencia de sus encuestadores, se lanzó al estrellato con todo, pronunciando algunos de los discursos más delirantes y vergonzantes de la historia política universal. Será recordado por sus frases célebres más que por cualquier otra razón.
Bolivia no tiene líderes en la oposición. Evo hizo apresar o escapar a todos los que teme. El único que se califica de opositor y vive tranquilo en Bolivia, es el expresidente Jorge Quiroga que apoyó continuamente a Morales desde el congreso.
Quiroga llegó a la presidencia porque fue vicepresidente de Hugo Banzer quien murió en ejercicio, de lo contrario nunca hubiese ascendido al sitial. No goza de sustento popular, tal cual se confirmó en las elecciones presidenciales donde perdió arrolladoramente frente a Morales.
Bolivia es un barco que chocó contra las rocas. Es sólo cuestión de tiempo hasta que se vaya a pique. Si el gobierno se torna más represivo, la violencia explotará en su contra. Morales, como hace tradicionalmente, seguramente buscará a quien cargarle la culpa para destituirlo. Para su desdicha, del único que no puede deshacerse es de su vicepresidente, que en este caso fue, si no el causante, el defensor, del repelido gasolinazo.
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