JOSE BRECHNER
Cuando Héctor Timerman fue nombrado Embajador de Argentina en los Estados Unidos, dije: “Es a lo más alto y lo más bajo que puede llegar”. Lo más alto, porque representar a un país en Washington es un honor muy elevado. Lo más bajo, porque depende a qué gobierno se personifica.
Que consiguiese en tiempo récord ascender de cónsul a embajador y posteriormente a Ministro de Relaciones Exteriores, sin previa experiencia en asuntos internacionales, fue extraño, pero su súbita aparición en el ámbito político no es casual.
El padre de Héctor Timerman; Jacobo, fue un periodista que alcanzó el éxito asociándose con David Graiver, el banquero que administraba el dinero que los Montoneros obtenían de los secuestros a civiles apolíticos, por los que exigían millonarios rescates para su liberación.
Con el dinero aportado por Graiver, Jacobo fundó en 1971 “La Opinión”, un periódico que adquirió notoriedad denunciando la represión de los gobiernos militares. Obviamente el diario no condenaba los crímenes de los Montoneros.
Curiosamente, el actual régimen al que su hijo encarna y defiende aguerridamente, se hizo conocido internacionalmente únicamente por ser enemigo de la prensa libre.
Jacobo era antiperonista. Cuando Perón en 1973 anunció que retornaría a la Argentina de su exilio en España, replicó, “llega Perón se va Timerman”. Pero para entonces Perón era otro hombre y no hubo persecución a los adversarios.
Héctor se hizo peronista y está cosechando los frutos de su decisión, pues el Partido Justicialista fue copado por los ex Montoneros a quienes pudo acercarse fácilmente para obtener el Consulado en New York. Un cargo irrelevante, pero que le sirvió para adquirir representatividad. La ultraizquierda gobernante le retribuyó póstumamente los favores a Jacobo, dándole el intrascendente puesto a su hijo.
Héctor supo usar del nombramiento para pavonearse en New York con una tarjeta de presentación más distinguida y convenció a Cristina de que tenía influencia en círculos poderosos. En realidad, sus insulsas relaciones, totalmente inservibles políticamente, se deben a la acaudalada fortuna de su esposa que le abrió privilegiadas puertas de la sociedad neoyorkina.
Héctor aduló a la presidenta, le presentó algunos ricos y famosos, y la persuadió de que podía mejorar los maltrechos vínculos de la Argentina con los Estados Unidos, como si el Departamento de Estado se moviera por influencias personales. Cristina lo nombró embajador en Washington.
Obviamente no hubo mejoría diplomática ni la habrá. No obstante, como la presidenta no comprende del funcionamiento de la política exterior norteamericana y cree que igual que en la Argentina, los hilos se mueven a capricho del presidente, transportó a Timerman a la Cancillería.
La actual política internacional argentina, obedece al socialismo tercermundista y el bloque musulmán, que coincide con la ideología de los Timerman. Héctor heredó el pensamiento y comportamiento de su padre, que influyó profundamente en sus hijos.
Su hermano Daniel que emigró a Israel, tuvo una fugaz exposición mediática, protestando para que se retiren las tropas israelíes del sur del Líbano, cuando éstas entraron en 1982 a proteger a las poblaciones árabes cristianas de los ataques de los musulmanes. Daniel también se opone al servicio militar obligatorio en Israel. Es todo un héroe para los palestinos.
Héctor no podía quedarse atrás y decidió “reconocer un Estado Palestino en las fronteras de 1967”. Lo que implicaría dividir Jerusalem, dejar el Muro de los Lamentos en manos de los musulmanes y desproteger a la población israelí para que quede a tiro de cascajo de sus enemigos.
Lo que no hizo ninguno de sus predecesores en 40 años, porque no le compete decidir, resolver, ni opinar a la Argentina, lo hizo vergonzantemente el primer canciller judío.
¿Cómo se reconoce un estado que no existe ni existió jamás? Ese es uno de los malabares de la progresía, que tergiversando la historia, intenta crear un nuevo orden mundial avalando la mentira política más grotesca y criminal de nuestros tiempos, cual es el tema árabe-palestino.
La actitud de Timerman es la del típico ofuscado judío izquierdista. Predomina su fanatismo ideológico sobre su supervivencia y se alinea con aquellos, que si pudieran, lo decapitarían a él y su familia.
www.josebrechner.com
Últimos comentarios