JOSE BRECHNER
George W. Bush bautizó a Irak, Irán y Corea del Norte como el “Eje del mal”. Pudo llamarlos los matones del barrio, los provocadores, los mafiosos, y tal vez no hubiese recibido la injusta crítica de la prensa progre por acabar con el criminal Saddam Hussein.
Hoy quedan dos grupos de mafiosos --el régimen iraní y el norcoreano-- a los que hay que liquidar antes de entrar en minucias locales, porque los problemas internacionales son siempre más peligrosos que los nacionales.
Irán y Corea del Norte amenazan a quienes quieren, porque tienen gran poderío bélico.No les contestan militarmente porque en su suelo tienen opositores internos, que nadie desea que sean víctimas de una conflagración.
En el Siglo XX, Rusia y China eran enemigos declarados de Estados Unidos. Mantuvieron estrechas relaciones con Teherán y Pyongyang. Pero hoy dependen del bienestar norteamericano para asegurarles progreso a los suyos. Siendo este el nuevo escenario, si se mantienen neutrales en el conflicto con Corea del Norte, éste podría ser el final del reinado de la familia Kim.
Revisemos qué está pasando. En Marzo de 2010, Corea del Norte atacó una corbeta surcoreana acusándola de traspasar aguas de su país. Murieron 46 marineros. En vez de responder militarmente, Corea del Sur optó por cortar el flujo de comida y combustibles hacia Corea del Norte, que no produce alimentos ni energía y depende de la generosidad surcoreana y china para su supervivencia.
El 19 de Noviembre, Corea del Norte anunció la construcción de una planta enriquecedora de Uranio. El proyecto se está edificando con el apoyo de científicos iraníes. Estados Unidos y Corea del Sur demandaron su paralización. Para presionar, los norteamericanos impusieron sanciones comerciales y bancarias a dos empresas norcoreanas que supuestamente manejan el dinero de los Kim.
El 23 de Noviembre, Corea del Norte atacó una base militar surcoreana donde se realizaban prácticas de artillería, ocasionando cuatro muertos y varios heridos, alegando falsamente que estaban siendo agredidos. Posteriormente exigió que sus benefactores sigan enviándole alimentos y combustibles.
Cambiando su actitud de sometimiento ante el mafioso amedrentador, Corea del Sur nombró un nuevo Ministro de Defensa, Kim Kwan Jin, de mano dura, que dijo en concordancia con su presidente Lee Myung-bak que no permitirá más agresiones de su vecino.
Hay seis países involucrados en este enredo. Corea del Norte, Corea del Sur, Rusia, China, Japón y Estados Unidos. Con excepción del Japón, los otros cinco tienen los ejércitos más poderosos del planeta.
Estados Unidos, Japón y Corea del Sur son aliados. Rusia y China siguen siendo amigos de Corea del Norte, pero ahora también son de Estados Unidos, y éste amigo es más rico, útil y confiable.
Estados Unidos mantiene aproximadamente 29.000 tropas en Corea del Sur y envió un portaviones nuclear al Mar Amarillo, para proteger a sus soldados e iniciar sus habituales juegos militares preestablecidos con los surcoreanos. Corea del Norte advirtió que no tolerará esos juegos.
Las dos Coreas tienen casi el mismo número de tropas. Las del sur están mejor alimentadas y preparadas para pelear. Corea del Norte posee armamento nuclear --se calculan 10 bombas atómicas-- pero no tiene los equipos para lanzarlas. No obstante tiene capacidad de artillería para llegar hasta Seúl, y disparar armas químicas. En el campo aéreo, Corea del Sur supera a su enemigo comunista.
Kim Jong il quiere demostrar su fuerza y liderazgo a sus súbditos. Pronto cederá el mando a su hijo Kim Jong Un, a quien nombro General y le atribuyó la honrosa decisión del ataque reciente. Sabe que Barack Obama es el presidente más débil que ha tenido los Estados Unidos y está aprovechando para darse lujos que son excesivamente temerarios hasta para un genio loco como él. Su pirotecnia le ha dado buen resultado hasta ahora.
Hillary Clinton dijo que no tolerará más bravuconadas de los Kim -- cuando se trata de cuestiones de guerra las mujeres tienden a ser más resueltas que los varones-- pero la decisión final sigue estando en las manos de Obama, que según sus críticos más incisivos, dicen que todavía no entiende lo que pasa.
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