JOSE BRECHNER
Después de la caída del imperio otomano a comienzos del Siglo XX, el objetivo musulmán ha sido recuperar su supremacía. En pos de esa meta se aliaron primero con los nazis, posteriormente con los comunistas soviéticos. Siendo sus ideas religiosas de carácter totalitario, la alianza con estos, aunque fuesen paganos o ateos, fue natural.
Los nazis como los comunistas son enemigos natos de la civilización occidental pues ésta tiene como fundamento el libre albedrío, eso aúna a árabes y autócratas: la destrucción de la libertad.
Con la caída de la Alemania nazi y la URSS, sus nuevos aliados se volvieron los progres modernos, que no se dan por vencidos en forzar su malograda revolución socialista, por tanto usan del capitalismo generador de riqueza, y de la democracia a medias, para inducir el totalitarismo opresor mientras hablan hipócritamente de libertad.
Los musulmanes y los progres tienen muy poco en común y mucho que los separa. Las discrepancias entre ambos son tan profundas, que es inconcebible el grado de estupidez que muestran las izquierdas juntándose con quienes terminarán siendo sus verdugos. En la vida cotidiana, ambas culturas son completamente divergentes.
Desde el punto de vista teológico las izquierdas son laicas y consideran la Biblia como un libro mitológico sin ningún valor contemporáneo. Dios está pasado de moda, hasta les da vergüenza mencionarlo.
Para los musulmanes, el Corán, Mahoma y Alá, son su razón de existir. Todas sus leyes se manejan en sumisión a sus decretos religiosos. Los musulmanes deben hincarse y rezar cinco veces diarias. ¿Cuántas veces al año van los progres a las iglesias y sinagogas?
Los progres son promotores extremos de la libertad sexual, la legalización de las drogas, y todo aquello que dé placer corporal o psicodélico. Para los musulmanes cualquiera de esas prácticas es pecado capital.
Como es sabido, el homosexualismo, rabiosamente defendido por los progres, es castigado con la muerte por los musulmanes, aunque es común la pederastia a ocultas en los países árabes. Para tener sexo con una mujer hay que tener mucho dinero. La opción es inmolarse aspirando a encontrar el harén en el paraíso, de manera que la alternativa gratuita son los muchachitos, que cuando crecen también se vuelven pederastas.
No es de extrañar entonces, que el menosprecio y abuso a la mujer sean parte de sus costumbres. En realidad las mujeres son nada más que un instrumento de procreación. Son a estos cavernícolas a quienes defienden las aguerridas y liberadas izquierdistas.
Cuando se trata de vestimenta, la moda occidental se expresa con sensualidad. Pero para las mujeres árabes, mostrar algo más que el rostro, o a veces ni eso, puede ser motivo de muerte.
La mujer occidental, dueña de su cuerpo, se acuesta con cuantos quiere desde los 14 años (edad promedio en el mundo libre). En los países musulmanes, la que no llega virgen al matrimonio, es condenada a muerte. La mujer acusada de infidelidad es condenada a muerte. La que tuvo relaciones con algún kafir (infiel) es condenada a muerte.
Los musulmanes son simplistas, no tienen necesidad de muchas leyes, casi todo se soluciona con la pena de muerte.
En prácticamente todos los aspectos de la vida, los musulmanes y los occidentales nos diferenciamos abismalmente, pero las izquierdas están obstinadas en ver a los islamitas como a sus hermanos. Sin duda es parte de la naturaleza suicida de los menos pensantes, les encanta ser dominados por un líder autoritario que les quite su libertad y sus derechos. Las más discordantes en este sentido, son las mujeres progresistas. Para ser totalmente desubicada, hay que ser defensora de los palestinos, los iraníes y el resto del zoológico islámico.
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