JOSE BRECHNER
“El extremismo en la defensa de la libertad no es un vicio; la moderación en la búsqueda de la justicia no es una virtud” –Marco Tulio Cicerón (106 A.C.- 43 A.C.)
El Tea Party es un movimiento político que se formó espontáneamente en los Estados Unidos en 2009 como respuesta a las medidas estatistas e intervencionistas del gobierno de Barack Obama.
El nombre Tea Party o “Partido del Té” en español, proviene del Boston Tea Party, una organización política de resistencia al mandato inglés en Norte América, que se formó en 1773 como protesta contra el monopolio de la importación del té a las colonias y los elevados impuestos que se gravaron al producto. Sería la mecha que encendería la revolución contra el Imperio Británico, que culminaría con la independencia de los Estados Unidos.
El Tea Party del Siglo XXI está formado principalmente por ciudadanos independientes que se sienten defraudados por un gobierno que ha agrandado la deuda de los norteamericanos a niveles desmedidos para subsidiar proyectos que no gozan de apoyo popular, siendo el más rimbombante el de la socialización de la medicina.
El desempleo sigue bordeando el 10% y la generación de trabajo es casi inexistente debido a los exagerados impuestos a que están sujetos los empresarios privados. La pobreza aumentó a 14,3% en 2009; el índice más alto en décadas.
Las medidas económicas y sociales de Obama coinciden con un modelo socialista que no cuadra con el pensamiento de la mayoría, que no gusta de la intrusión gubernamental en sus asuntos y aboga por la irrestricta libertad económica. La ciudadanía quiere mantener el sistema capitalista que ha hecho de los Estados Unidos la sociedad más libre, productiva y avanzada de la historia. ¿Es eso ser extremista?
El Tea Party es la respuesta pacífica a un régimen izquierdista que atenta contra la libertad personal y económica. El Congreso norteamericano ha decepcionado a la población y las consecuencias están manifestándose con el triunfo electoral en las primarias de los candidatos independientes.
Sus victorias en estados tradicionalmente demócratas demuestran que los más desilusionados con el gobierno son aquellos que votaron por Obama. La pregunta freudiana que no puede ignorarse, es: ¿Cómo una persona normal en pleno uso de sus facultades mentales pudo votar por Barack Obama?
¿Si uno es accionista de la empresa más grande, poderosa y rica del mundo, con un pasado de 200 años de éxitos inigualables y tiene que elegir un administrador nuevo, escogería a alguien sin ninguna experiencia previa que ni siquiera terminó el colegio? Obviamente la respuesta es negativa. Pero los norteamericanos obraron contra la lógica y la razón.
Obama no tuvo práctica ejecutiva en ninguna función pública o privada; no cumplió siquiera un término en el Congreso; era el más radical de los senadores; el de peor actuación parlamentaria y advirtió que haría cambios estructurales si llegaba al poder.
El Tea Party es tildado de extremista por los progres, que lo comparan con el conservadurismo anodino de algunos republicanos. Obviamente hablamos de extremismo en términos democráticos. Los conceptos de izquierda y derecha adquieren otras connotaciones en el universo latinoamericano debido a la falta de cultura democrática. Ser de derechas en Estados Unidos o Europa, significa abogar por los principios clásicos del liberalismo.
La acción lleva a la reacción. Contra un gobierno de extrema izquierda, que intenta imponer medidas antipopulares que contradicen la esencia misma de la nación, la única alternativa es la derecha de valores sólidos que resguarda los principios de su Constitución Política. Hoy es en Estados Unidos, mañana los movimientos de defensa popular florecerán en América Latina, pero la lucha será más dura y tal vez violenta.
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