JOSE BRECHNER
Irán está en guerra con los Estados Unidos desde 1979, cuando militantes de la “Revolución Iraní” asaltaron su embajada en Teherán y 52 diplomáticos fueron tomados rehenes durante 444 días. Ese fue un acto de guerra bajo todos los principios y leyes internacionales. Sin embargo pocos se atrevieron a reconocerlo como tal.
En 1983, Hizbolá, el brazo terrorista de los ayatolas, atacó las barracas de los Marines en Líbano, dejando 299 muertos. Más tarde, Irán financiaría múltiples embestidas contra los soldados norteamericanos en Irak.
Seis presidentes estadounidenses han elegido no responder a las provocaciones, por prudencia. Una guerra con Irán es una guerra de grandes dimensiones. Pero el dejar a los provocadores sin castigos tangibles, les ha permitido adquirir armas más letales y los ha envalentonado para enriquecer uranio.
Existen divergencias acerca de cuáles son los ejércitos más poderosos. Pero ubicándolo bajo cualquier parámetro, Irán en el Medio Oriente ocupa el segundo o tercer puesto alternándose con Turquía, su aliado.
Además de los motivos económicos, ideológicos y territoriales que son parte ineludible de todo conflicto armado, estamos en los albores de una guerra racial y religiosa. Los musulmanes decidieron imponer su fe a todos. La Yihad es tan salvaje como lo fue la Santa Inquisición. Y con los fanáticos no se puede razonar, sólo se puede pelear, o someterse.
Las guerras rara vez son un asunto exclusivamente bilateral, involucran a muchos interesados. China es actualmente el principal socio comercial de Irán, con inversiones en su suelo de 40.000 millones de dólares en el sector petrolero y gasífero.
Uno de cada cinco habitantes del planeta es musulmán, otro de los cinco es chino. Los chinos aparentemente no buscan dominar a nadie, más bien siempre se caracterizaron por ser protectores de su territorio, sin ánimos expansionistas. Su muralla se construyó para contener a quienes querían invadirlos.
Ocho por ciento de la población mundial es blanca, 92% está conformada por otras razas. Eso no significa que sean más fuertes. El poder lo determina la tecnología y la preparación, no el número de personas. Aunque este asunto no cuaja con los árabes, los negros, los indígenas y los progres, que creen que por ser más deben ser dueños de los demás.
Los occidentales usarán de su poder intelectual y científico para defenderse de las hordas barbáricas que crecieron económicamente, pero no evolucionaron mentalmente. El dinero puede comprar muchas cosas pero no el ingenio creativo que caracteriza a pocas culturas y etnias.
Con un presidente mulato; socialista; de pasado musulmán; Premio Nobel de la Paz, en la Casa Blanca, la situación es diferente a todo lo que se vivió hasta ahora.
Si sus antecesores no se atrevieron a atacar Irán, podría especularse que Barack Obama obrará igual. No obstante, usando como referente a otro progre: Woodrow Wilson, que fue reelegido en 1916 bajo el eslogan “nos mantuvo fuera de la guerra”. Y en 1917 se adhirió a la Guerra Mundial. Es posible que Obama forme una coalición con Israel, varios países europeos, y tal vez involucre a algunos estados árabes.
Wilson se tornó en el más severo e intransigente de los mandatarios norteamericanos, encarcelando disidentes y nacionalizando industrias y negocios. Esa es una característica de los progres. En emergencia obran enérgicamente. Para ellos el estado lo es todo y disfrutan de su control irrestricto. En este caso específico eso podría ser bueno. En la guerra se requiere de líderes fuertes.
Cuando pasen las elecciones legislativas de Noviembre y los demócratas pierdan por lo menos una cámara, comenzarán los aprestos bélicos. Según Gallup, 90% de los norteamericanos considera a Irán un serio peligro y 65% como un peligro crítico. Según Rasmussen, 26% aprueba fuertemente la gestión de Obama; 43% fuertemente la desaprueba. Ante el notable descenso de su popularidad, la guerra es su única alternativa para recuperarse.
BO tendrá la excusa para aplacar a sus partidarios pacifistas más extremistas, alegando que fue el Congreso quien decidió atacar. Ganará el respaldo de la mayoría independiente que quiere terminar con la amenaza nuclear iraní y desea ver el fin del conflicto en Irak y Afganistán que ya lleva nueve años de duración. Por último quedará bien con la mayoría árabe, que se siente tan amenazada por Irán como cualquiera.
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