JOSE BRECHNER
Desde que Tayyip Erdogan tomó el poder en Turquía en 2003, resucitando el islam como plataforma política-espiritual de su sociedad, las relaciones con Israel fueron decayendo. Simultáneamente sus vínculos con Irán se han ido tornando más cálidos.
Antes de que los ayatolas usurparan el gobierno, Irán era el país más pro occidental y pacífico de todos los estados musulmanes. Turquía antes de Erdogan, lo mismo. Hoy Teherán es el provocador más peligroso del mundo, y Ankara está a su lado pese a sus diferencias conceptuales del islam. Su odio a los cristianos es un lazo de unión más poderoso que sus divergencias entre sunís y chiís.
Turquía comenzó su juego a dos puntas que siempre temieron los europeos. Por un lado quiere ser parte de Europa y por otro del mundo árabe. Es miembro de la OTAN, membrecía que tendrá que ser revisada, y es parte de la Organización de la Conferencia Islámica.
Si Turquía quiere permanecer en la OTAN, debe alejarse de Irán y retomar el camino de Occidente. Pero obviamente esa opción ya ha sido desechada por Erdogan. Estamos viendo los albores del renacimiento de la Turquía imperialista, que fue derrotada a comienzos del siglo XX.
La seguidilla de eventos es veloz. Hace un par de semanas Ahmadinejad, Erdogan y Lula da Silva, se tomaron de las manos y alzaron risueñamente sus brazos en muestra de confraternidad. La presencia de Brasil en medio de ambos es la señal más elocuente de la globalización del terrorismo islámico. Hoy, Turquía empieza a lanzar sus dardos de testeo empezando con Israel. ¿Qué original, verdad?
La denominada “Flotilla de la Libertad” formada por extremistas de ultra izquierda, y aspirantes a terroristas, ligados a Al Qaeda, que se encaminaba a dar “ayuda humanitaria” a los asesinos de Hamas, fue advertida anticipadamente por las Fuerzas de Defensa de Israel.
Se les previno a los “bondadosos benefactores”, que no lo intentaran. Que fuesen al puerto israelí de Ashdod donde se revisaría la carga y después se la reenviaría por vía terrestre a Gaza. Alternativamente podían transportarla a través de Suez y la frontera con Egipto.
Obviamente los provocadores no aceptaron la oferta. Querían escándalo y publicidad, e intentaban probar la eficacia del bloqueo.
Resulta paradójico que estos misericordiosos humanitarios nunca hayan tratado de ofrecer su colaboración a la gente de Cuba, Somalia, Etiopía, Corea del Norte, y otros países donde se violan los Derechos Humanos, la gente se muere de hambre y sus hospitales carecen de medicamentos.
La acción militar israelí sirve para que los que se meten en un perímetro en guerra, entiendan que pueden salir maltrechos, o directamente pueden no llegar a salir. ¿Pero qué le importa a un suicida que le digan que lo pueden matar?
Israel ya exageró con su ultra civilizado trato a sus enemigos, fuera y dentro de sus fronteras. Un estado en guerra debería vivir internamente bajo la ley marcial, y externamente no debería tener contemplaciones con quienes buscan su aniquilación.
Históricamente, si alguien cooperaba con los enemigos de un estado, debía atenerse a las consecuencias de su complicidad. Internamente, cualquier colaboracionista era considerado traidor a la patria y fusilado.
Hoy, en Israel, Estados Unidos y Europa, uno puede decir y hacer lo que se le antoje contra su país, por más que atente contra su seguridad nacional. La estupidez de la corrección política tiene enceguecida a la clase dirigente que actúa con indulgencia con esos especímenes que odian a su gente, y por defecto, a sí mismos.
Los imbéciles útiles. En este caso los occidentales que se montaron en el crucero de la provocación, no se dan cuenta de que están dando de comer a la bestia que los destruirá. Poco saben de los turcos y persas que llevan el odio hacia el cristiano en la sangre.
Ahmadinejad y Erdogan harán todo lo que esté a su alcance para conquistar el mundo, no es casualidad que busquen aliados en Chávez y Lula. Esta vez quieren llegar más lejos que en el pasado. Israel es la punta de lanza, más cómodo de atacar porque es pequeño, se encuentra sólo en el vecindario, y reavivar el antisemitismo es fácil, porque el odio al judío es más fuerte que el temor al musulmán.
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