JOSE BRECHNER
Usando del dinero del estado como propio, ningún progre se queda apocado en su millonaria ostentación frente a sus pares. Rodríguez Zapatero se compró un Falcon 900 y lo mismo hizo su homólogo boliviano Evo Morales. Hasta en ese vulgar detalle de pequeño burgués presuntuoso actúan de igual forma.
Obviamente el avión ejecutivo que cuesta 40 millones de dólares, también fue adquirido por Hugo Chávez, el hombre de las grandes ideas continentales, adalid del socialismo de los sinvergüenzas. O mejor dicho, el socialismo de siempre, que salió del closet para mostrar su farsante cara de frugalidad e igualdad.
El costo de operación del nuevo juguete del Inca boliviano que saltó de la bicicleta al jet, es de 102 dólares el minuto. Un viaje de cinco horas cuesta la módica suma de 30.600 dólares, sin tomar en cuenta los gastos de aeropuerto, personal de abordo, personal en tierra, mecánicos, mantenimiento, hangar, seguridad, etc.
El campesino se da los gustos que ningún mandatario boliviano, se dio jamás. Cuando el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, usando su pequeño avión privado para viajes oficiales, cargó su nave de combustible y le pasó la factura al estado, fue tan duramente criticado, que casi le cuesta la presidencia. Pero que el jefe de la mafia cocalera use aviones ejecutivos desde antes de que llegase al poder, con dinero que nunca reveló de dónde lo sacó, no es motivo de cuestionamiento.
La bonanza en Bolivia es pasmosa. Mientras los narcos trabajan impunemente, los gobernantes saquean a gusto de las arcas de las empresas nacionalizadas repletas de dinero. Tienen la ventaja de que las materias primas están en demanda.
Los progres están viviendo la misma suerte que tuvieron los gobernantes militares en los 70, cuando los petrodólares llovían. Los bancos no sabían dónde colocar la plata árabe y la prestaban a los regímenes latinoamericanos a bajo costo. Con los bolsillos llenos, nadie quería cambiar las dictaduras por la democracia.
Pero los militares cayeron y la historia se repetirá. Como dijo el Rey Salomón en Eclesiastés: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad. (…) Lo que ha sido es lo que será, y lo que ha sido hecho es lo que se hará. Y no hay nada nuevo bajo el sol.”
Los excéntricos gustos del humilde campesino, cuya única evolución personal producto de su roce con personalidades, ha sido el de aprender a bañarse diariamente --mérito olfatoriamente loable— han aumentado con el poder irrestricto.
Sus carísimos atuendos, imitación del traje Mao y algunas vestimentas asiáticas, que nada tienen que ver con los originarios ponchos andinos, sin duda lo distinguen entre el público. Pero igual se destacaba en el pasado con su sweater de 10 dólares. El dicho de la mona vestida de seda no podría encajarle mejor.
Su razón de existir sigue siendo el fútbol, motivo por el que preparó una comisión oficial para asistir al mundial en Sudáfrica, aunque Bolivia no se haya clasificado. El viaje de emergencia parece haber sido el disparador que desató la avidez por el Falcon.
La pasión por la pelota es irresistible para el reaccionario homofóbico socialista, que no pudo contener su fogosidad de verla rebotar en las canchas de Johannesburgo.
En el pasado, un viaje por igual impulso de cualquier otro presidente, hubiese sido motivo de marchas y manifestaciones organizadas por el mismo Morales.
El hipócrita dictador tiene grande la boca para criticar a cualquiera, pero pocos se atreven a fiscalizar sus gastos. No es para menos, los que no lo adulan corren el riesgo de perder sus bienes o sus vidas.
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