JOSE BRECHNER
Los atentados en el metro de Moscú vuelven a advertirnos acerca del peligro musulmán. Hace pocos meses hubo problemas con los Uighurs, los musulmanes de China, el año pasado India fue víctima de una horrenda masacre en Mumbai, y Estados Unidos es el objetivo central y permanente de los islamistas.
Rusia, China, India y Estados Unidos tienen un enemigo común. Si todos se unen, que es lo que deberían hacer si quieren sobrevivir al peligro más grande que haya enfrentado la humanidad, la victoria está garantizada. Pero si cada uno juega sus cartas de oportunismo político y económico complaciendo a los árabes, o se deja llevar por la corrección política propagada por las izquierdas, se encontrará con un enemigo que aumenta en número y poder y causará millones de muertes.
El Islam no tiene fronteras, tanto europeos, norte y suramericanos, asiáticos y todos aquellos que no son musulmanes, son sus enemigos. No es un asunto geográfico el que motiva la yihad, sino una cuestión netamente religiosa que debe ser entendida a cabalidad.
El mayor error que cometen los líderes mundiales es separar la guerra contra el terrorismo, de la guerra contra el Islam y los árabes. Para Osama Bin Laden y sus incontables seguidores y simpatizantes, el asunto es su antítesis. Ésta es una guerra religiosa del Islam contra los infieles.
El 23 de Febrero de 1998, Al-Quds al-Arabi, un periódico editado en Londres publicó el texto íntegro de una declaración del Frente Islámico Mundial para la Yihad contra los judíos y Cruzados. El documento traía la firma de Osama Bin Laden, y los jefes de la yihad en Egipto, Pakistán y Bangladesh.
El texto decía: “Desde que Dios situó la península arábiga, creó su desierto y la rodeó de sus mares, no ha acontecido en ella ninguna calamidad como estas huestes de cruzados que la han infestado como langostas, atestando su suelo, comiendo sus frutos y destruyendo su vegetación; y esto en una época en que las naciones se enfrentan a los musulmanes como comensales empujándose por hacerse con un cuenco de comida.”
La última parte de su declaración es la más importante y contiene la fetua que dice: “matar americanos y sus aliados, tanto civiles como militares, es un deber individual de todo musulmán que sea capaz, en cualquier país donde esto sea posible, hasta que la mezquita de al-Aqsa (en Jerusalem) y la mezquita de Haram (en la Meca) sean liberadas de su dominio, y hasta que sus ejércitos, derrotados y desarticulados, salgan de todas las tierras del islam, incapaces de amenazar a ningún musulmán”.
Después de citar algunos versículos del Corán, el documento prosigue: “Con el permiso de Dios, llamamos a todo musulmán que crea en Dios y espere recompensa a obedecer la orden de Dios de matar a los americanos y saquear sus posesiones allí donde los encuentre y cuando pueda. Igualmente llamamos a los ulemas y líderes musulmanes, a los jóvenes y soldados a emprender ataques contra los ejércitos de los demonios americanos y contra quienes están aliados con ellos de entre los colaboradores de Satán.”
Sintetizando, la yihad o guerra santa, es contra absolutamente todos los que no practican la religión musulmana. Adicionalmente, los musulmanes consideran que cualquier lugar que en algún momento de la historia fue parte del reino del islam les pertenece, y para que algo les pertenezca basta con que un musulmán haya gobernado en dicho lugar.
Bajo esa perspectiva se consideran dueños de todo el Oriente Medio, gran parte de Europa, especialmente España. África cayó bajo su dominio. Les queda América, Asia y Oceanía.
En Latinoamérica tienen control de Venezuela, Guyana, Trinidad y Tobago, y siguen penetrando en Brasil, Argentina, Bolivia, Paraguay y Chile donde cada vez se hace más notoria su presencia.
Argentina, donde gobernó Carlos Saúl Menem, hijo de padre musulmán, quien fue aliado de Irán por un lado y de Arabia Saudita por el otro, es considerada tierra islámica para Osama Bin Laden y Cia.
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