JOSE BRECHNER
La tragedia de Haití es grande, pero también es grande la indolencia de sus corruptas autoridades y coterráneos por su gente.
Haití, el país más pobre de América Latina, fue el primero en librarse de los esclavistas europeos en 1804 cuando declaró su independencia y se convirtió en la primera república negra en el hemisferio occidental. Hasta entonces, la colonia francesa fue la tercera más rica del Caribe.
Si existe un país latinoamericano que no puede echarle la culpa a ningún extranjero por su condición de indigencia, ese es Haití. Los haitianos se hicieron solitos. Los demás pueden acusar antojadizamente de sus desgracias a los españoles, los portugueses, los ingleses, y a quien les dé la gana, ese es el discurso de Evo Morales, Lula da Silva, Hugo Chávez y el resto de la progresía. Pero Haití no sufrió esa horrible influencia del hombre blanco.
Los haitianos no solo no adoptaron la cultura europea, tampoco aceptaron a su Dios, optaron por su versión de animismo y espiritismo traída de África Occidental mezclada con un catolicismo pagano: el Vudú, que hoy se ha convertido en adoración al demonio.
En Brasil se practica algo similar, la Macumba o Candomblé, que también es tradicional en algunos países centroamericanos, pero Brasil es su sede mundial con millones de seguidores que se reúnen consuetudinariamente en sociedades espiritualistas. Sus fieles entran en trance en medio de sugestivos movimientos y descontrolados bailes. Particularmente las mujeres.
Las haitianas de forma similar a las brasileras, paren hijos por docena y los abandonan. Antes del terremoto había más de 350.000 niños huérfanos, hoy la cifra se triplicó. Sin madres que los cobijen, sin protección y sin educación, las criaturas deben sobrevivir como pueden, y con el tiempo se tornan agresivas e indolentes. Tanto Brasil como Haití están entre los países de mayor violencia de América Latina, ambos por el mismo motivo, por más que uno sea el más rico y el otro lo contrario.
Parece que algo tiene que ver el pensamiento religioso de esas culturas primitivas con su comportamiento, que hace que tengan poca sensibilidad por el prójimo y la vida humana.
No existe la menor duda de que fue gracias a la influencia europea que los pueblos originarios adquirieron cierto nivel de humanidad y prosperidad, de lo contrario seguirían conservando sus sanguinarios hábitos, que en algunos lugares incluían los sacrificios humanos y el canibalismo.
Todo el avance social y económico de América se debe al hombre blanco. En esta época de vanaglorio de las culturas autóctonas vale la pena recordarlo, porque la tergiversación histórica es maligna.
Haití está mostrando al mundo su faz cuasi cotidiana de vida, que no es diferente a la de la mayoría de los países africanos donde la brutalidad es norma. El saqueo está cundiendo en la isla, y si no fuese por las tropas norteamericanas que llegaron a ayudar y poner orden, la muerte y la violencia serían mayores.
La desgracia en Haití es desgarradora y hay que socorrer a su gente, pero cerciorándose de que el dinero o lo que se envíe llegue a manos de instituciones fiables que lo distribuirán a quienes más lo necesitan, que son los niños. Organizaciones de probada confianza que cumplen con su labor humanitaria son La Cruz Roja y Médicos sin Fronteras. Están en todo el hemisferio y son fáciles de contactar. De lo contrario la ayuda será usurpada por las autoridades haitianas para su propio beneficio.
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