JOSE BRECHNER
Las bondades de un país son fáciles de medir, basta con ver si la gente quiere inmigrar a él o emigrar de él. Estados Unidos es el paraíso soñado por todos los que buscan una vida mejor, sin embargo, podría haber un vuelco si el Partido Demócrata continúa violando los derechos y valores que hicieron de esa sociedad la más libre, próspera, equitativa y poderosa de la historia humana.
Desde que Obama se lanzó a la presidencia, la prensa demócrata viene ejerciendo una parcialidad carente de ética a favor del nuevo mandatario y sus partidarios, ocultando hechos de importancia y poniendo en riesgo la verdad, que son esenciales para que imperen la ley y la justicia. El asunto está superando lo circunstancial, transformándose en una actitud que podría ser constante durante 2008-2012.
La prepotencia populista se está manifestando en algunas figuras que están diciendo y haciendo cosas inaceptables. Tal es el caso del Senador Chris Dodd, que apoyó a Hugo Chávez cuando éste amenazó con sacar los tanques a las calles si su partido perdía en las elecciones municipales y regionales venezolanas. Otras autoridades afines a Obama, están actuando de forma abusiva, sin ser debidamente reprendidos por la justicia, ni denunciados por la prensa.
Joseph Wurzelbacher conocido como “Joe el plomero”, un simple trabajador, que cuestionó a Barack Obama acerca de sus planes impositivos, está siendo investigado por el gobierno estatal de Ohio sobre 18 cargos inexistentes, por haber puesto al presidente electo en una situación engorrosa frente a las cámaras de televisión durante su campaña electoral. El acoso al que está siendo sometido recuerda a la KGB.
En otra sinuosa transgresión de carácter constitucional, Obama todavía no presentó los papeles que demuestran que es ciudadano norteamericano. Escándalo éste que corresponde a una primera plana, pero está siendo disimulado hábilmente. Si Obama no es estadounidense, no puede ser presidente.
Cuando el pequeño Barack fue llevado de Hawái a Yakarta, adoptó la ciudadanía indonesia y la religión musulmana. No existe hasta el momento nada que verifique que haya declinado a la ciudadanía de su infancia.
Con respecto a su religión verdadera, también es un misterio. Por un lado dice que renunció al Islam para casarse, aunque la iglesia que atendía permite a sus fieles mantener la controvertida dualidad cristiana-musulmana. Por otro lado, después de su conversión al cristianismo, recitó la Shahada en árabe en una entrevista para el New York Times.
La Shahada es la declaración de fe islámica y su mera pronunciación vuelve musulmán a quien la haga. Por tanto, como la dijo públicamente, en uno de los periódicos más importantes del mundo, para los musulmanes es musulmán, y para los cristianos, es cristiano.
El tema religioso no debería ser de incumbencia en una sociedad libre, si no fuese porque el Islam es la doctrina que alienta a los árabes y terroristas, a destruir a su enemigo número uno: los Estados Unidos. Si Obama es un cripto-musulmán, será el más poderoso del mundo, con acceso a todos los secretos militares y de inteligencia del gobierno norteamericano.
El multifacético presidente electo, que cambia de parecer cada hora, cada minuto, cada segundo, acerca de todo, y puede mirar al público sin parpadear, articulando magistralmente su última versión de lo que se le ocurre que conviene en el momento, dejando de lado posturas y promesas repetidas hasta el cansancio, afortunadamente está obrando mesuradamente con relación a los asuntos internos del país, pero siempre con el guión en la mano.
La gran duda que existe es si mantendrá su actitud moderada una vez afianzado en el poder, o si volverá a su pasado extremista cuando deba tomar decisiones urgentes, sin libreto.
La elección de sus colaboradores para asuntos económicos y de defensa es atinada. Está colocando gente sensata, con experiencia, más allá de su color partidario. Pero la administración en Washington se mide en función a su política exterior, que es la que finalmente termina afectando con mayor fuerza a sus ciudadanos y obviamente al mundo. Es ahí donde veremos la verdadera cara de la moneda.
La estructura política y jurídica norteamericana está diseñada para que ningún poder se extralimite. Lo único que puede esperarse es que prime la cordura en sus dirigentes, que las leyes e instituciones sigan estando por encima de las personas, y que los radicales se refrenen, para que Estados Unidos no se convierta en un país de emigrantes.
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