JOSE BRECHNER
De acuerdo al PNUD, Bolivia necesita 178 años para salir de la extrema pobreza, pero la noticia no causó el revuelo que debería en los ambientes políticos ni empresariales. “Bolivia debe dejar de ser dependiente de los recursos del gas y potenciar el sector manufacturero para generar miles de fuentes de empleos”, afirmó el ex-coordinador del Informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas, George Gray Molina, al presentar el estudio: “La economía más allá del gas”.
La exposición temática plantea que no se identifique al gas como al único producto capaz de engendrar trabajos, sino que se dirija la mirada hacia otros sectores que contribuyen al desarrollo, como son micro y pequeñas empresas. Explicó que eso tiene que ver con pasar de una economía de base estrecha vinculada al recurso natural y a pocos sectores altamente modernos, a una economía industrial de base ancha con áreas diversificadas y miles de actores productivos.
En otras palabras, hay que construir fábricas que ofrezcan empleos para que la gente tenga ingresos adecuados, una vida decente y deje de emigrar. Eso se logra en una economía libre con inversionistas particulares, porque ningún estado debería entrar a lidiar en el mercado ya que siempre es incompetente.
No hubo presidente que haya recibido estructura financiera en mejores condiciones que Evo Morales gracias al despreciado e incomprendido neoliberalismo. Además de la estabilidad económica lograda tras veinte años de arduo trabajo, los acreedores le condonaron prácticamente todas las deudas. Sin embargo las propuestas del gobierno son conflictivas con ese método mercantilista de generar riqueza que ha sido aplicado exitosamente por absolutamente todas las naciones más prósperas del planeta.
La anacrónica onda andina es como la de los rusos antes de 1917, lo que en cierta medida explica porqué el país está tan atrasado y que el socialismo haya ganado en las últimas elecciones. En las condiciones actuales, nueve generaciones de bolivianos deberán pasar por la miseria antes de ver la luz al final del túnel, a menos que se produzcan reformas estructurales, no de corte centralista, nacionalista, de economía mixta, ni de ninguna de las fórmulas planteadas por el ejecutivo, sino de orden privatista, capitalista y globalista, expandiendo la libertad económica.
Cada año 174 mil bolivianos se suman al conjunto de pobres y en vez de plantear soluciones realistas, los gobernantes ofrecen promesas demagógicas que están condenadas al tacho de basura. Para los indigenistas no hay leyes ni constantes económicas, sólo existen reclamos reivindicatorios. No comprenden que la economía no entiende de derechos. Los cambios que proponen hacia un socialismo tradicional, producirán un retroceso mayor y Bolivia nunca podrá salir de la indigencia.
¿No les avergüenza a los dirigentes izquierdistas, predicar las mismas incongruencias que condenaron a los europeos al esclavismo y la penuria? El retroceso de Bolivia, es nada más que el reflejo del letargo e ignorancia de sus líderes. En todos los aspectos la diferencia de apreciación de la realidad con las sociedades avanzadas es notoriamente visible. Hay nueve millones de personas en el centro de Sudamérica con casi bicentenario atraso en relación a sus contemporáneos ricos. ¿Se puede crear un estado eficiente bajo esas circunstancias? El presidente habla de refundar el país. ¿Con qué mentalidad, la del limitado campesino que aún no llegó a la industrialización, o la del individuo moderno que vive al instante los cambios culturales, sociales y tecnológicos? Hoy, tanto los habitantes rurales como urbanos parecen confiar en un populismo tribal que acrecentará exponencialmente la insuficiencia y diseminará la carestía a todos los estratos.
Por suerte el problema se podría solucionar en apenas doscientos años. Como el tiempo en Bolivia no es oro, ni litio, ni gas, ni hierro, ni petróleo, es un periodo insignificante de espera que no afecta a la mayoría cuya forma de vida es la misma desde hace siglos y siglos, y más siglos, de pobreza.
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